Cuando te crees que vivir del aire es imposible llegas a Benarés y compruebas que sí, que es posible no tener nada y sobrevivir año tras año.
“No hay nada más ilustrativo para un viajero que el primer choque con una ciudad”
La palabra choque se queda corto para lo que sentí cuando llegué por primera vez a esa ciudad donde no dejaba de ver multitudes de gente por las calles. Después de llevar por India varias semanas, pensaba que ya no habría nada que me impactara, pero me equivoqué, Varanasi era diferente a todo, aunque ahora eso ya no se pueda comprobar.
Conocida como “la ciudad de la luz” , “la resplandeciente” , “la nunca abandonada” o “el bosque de la dicha” Benarés, como dice Mark Twain es más antigua que la Historia, más antigua que las tradiciones, más vieja incluso que las leyendas y parece el doble de antigua que todas ellas juntas.
Al llegar a la calle principal vi una vieja bicicleta con dos personas y una puerta de madera sobre sus cabezas que portaban algo envuelto en una sábana que resultó ser una persona fallecida que iba dirección a su crematorio a orillas del río Ganges. Como las calles no estaban bien asfaltadas, un bache hizo caer la bici y en consecuencia rodar esa sábana blanca que se abrió dejando ver el interior de la misma. En ese momento no sabes qué hacer, ¿ayudas a recogerlo o te quedas quieta?, quizá la adrenalina la tienes tan alterada que no eres consciente de lo que haces y por supuesto ayudas a envolverlo y ya hablas con los familiares quienes se les saltan las lágrimas cuando cuentan que ha fallecido por una pelea con uno de los vecinos por los grifos de agua. En la mayoría de las ciudades indias en los tejados de las casas figuran los grandes depósitos de plástico negro que sirven para almacenar agua. Diariamente se abren los grifos y como el suministro del agua tiene más valor que una piedra preciosa, dos familias se pelearon por los minutos que duraba el agua para cada una de ellas, con tal energía que uno de ellos falleció por la paliza propiciada.
La luz, al igual que en otras regiones de India, se interrumpe entre las diez de la noche y las seis de la mañana y a lo largo del día se sufren muchos apagones imposible de prever su duración. En las casas donde se lo pueden permitir tienen generadores de gasóleo situados en los balcones que cuando tienen que ser utilizados producen malestar e incomodidad debido a su olor y al humo que estos producen.
Eran las diez de las noche y la ciudad estaba completamente a oscuras; quería ir a una de las ceremonias religiosas que se hacen a orillas del río y pude comprobar lo que dicen los viajeros, “es la única ciudad que da igual que lleves mapa o no, te perderás siempre”, y es cierto, te orientas y desorientas continuamente a través de multitudes de callejuelas en las que te vas encontrando de todo.
Como en la ciudad no había luces, a veces tropezaba, otras chocaba con cosas, otras apartaba a las vacas para pasar y en un momento al girar en una esquina de esas pequeñísimas calles por las que iba iluminando mis pasos según tiraba fotos con flash (en aquellos momentos no existían los móviles, ni cámaras digitales y además en las inundaciones que tuve en Khajuraho había perdido la linterna) me encontré de cara con un “napa sadhus” santos desnudos que dicen que se pierden en la noche y que sorprenden e intimidan a quienes se cruzan en su camino. Pues no se si me intimidó, pero dicen que son muertos en vida y desde luego del susto por poco me muero yo. Desnudos y con el cuerpo embadurnado de “vibhuti” o ceniza sagrada, viven al margen de la sociedad desde que deciden convertirse en asceta. La mayor parte de su vida transcurre en el Himalaya pero muchos de ellos van a morir a la ciudad sagrada a orilla del Ganges.
Asistí a lo que se conoce como Ganga Aarti , ceremonia nocturna muy vistosa realizada por el líder espiritual (gurú) en las escaleras de los ghats (escalinata de piedra que se hunden en el agua adonde los fieles se acercan a orar y a quemar a sus muertos). Me encantó ver como los participantes se movían a ritmo de música sacra, también es cierto que en aquella época no había mucho turismo en India, hoy seguramente no volvería porque he visto fotos de lo que hoy ofrecen y para mí ya no tiene ese encanto porque se ha convertido en un recreo para los que lo visitamos.
Me parece bastante más interesante acudir al Dasawamedh Ghat, sentarse en una de esas escaleras y contemplar el gran río Ganges, el río del hinduísmo, junto a ese bullicio donde no faltan encantadores de serpientes, falsos masajistas, faquires, vacas huesudas, curanderos, vendedores de marihuana, perros con sarna, búfalos e incluso mendigos leprosos, ya que en India es el único país donde esa enfermedad medieval no ha sido erradicada, y todo eso mezclado con un montón de personas que entran y salen del río para bañarse, lavarse los dientes, las ropas o simplemente realizar sus abluciones. Con todo esto se entiende la respuesta que da Javier Redondo a la pregunta ¿Qué tendrá esta ciudad que despierta tantas pasiones entre hindúes y viajeros?:
“Como un imán que invirtiera constantemente sus polaridades, de igual modo atrae que repele, Benarés fascina y repugna al mismo tiempo”.
Acudí al segundo lugar de cremaciones en importancia, el Harishchandra Ghat. Me costó llegar, pero al final tras girar en una pequeña esquina se abría un gran solar donde lo único que se veía era el color naranja del fuego en medio de la oscuridad de la noche. Me llamó mucho la atención ver cómo había piras donde había muchas personas presenciando como se quemaba el cuerpo de su familiar y en otras no había nadie. El cuerpo se quema según la cantidad de leña que puedas pagar, con lo cual, si tienes dinero incineras el cuerpo en su totalidad y si no, pues se arroja al Ganges tal y como esté, así que la verdad es que ves de todo. Estuve con dos mujeres que estaban muy retiradas mientras quemaban el cuerpo de su hermana y me contaron que estaban alejadas ya que la asistencia de las mujeres a la incineración estaba prohibida porque se cree que las lágrimas de una mujer son un mal augurio para aquel que se va buscando el camino del más alla. Asimismo me fijé en los famélicos hombres que portaban la leña desde donde estaba almacenada hasta las piras, son los llamados doms, una casta muy baja ya que son los únicos que cumplen esa tarea, para ellos indigna, ya que recogen las cenizas de los muertos, aunque si hablas con ellos te dicen que tienen la ventaja de que les dejan rebuscar entre las cenizas y quedarse con las joyas que encuentran.
Manikarnika Ghat es un crematorio situado a las afueras de la ciudad al que nunca acuden turistas, es el más intimo y donde por supuesto no dejan hacer fotografías, aunque la verdad no se cómo pueden hacerlas, porque yo estaba en tal estado de shock que no me di cuenta ni del olor, ni del calor, ni de nada, sólo recuerdo que al acercarme a la pira para que me contaran cómo era el rito y tener que sortear los cuerpos yacentes envueltos, me quemaba la piel. Se dice que no se sabe por qué en las piras y el Ganges no hay mal olor, yo no lo recuerdo pero si recuerdo el olor de las calles en las que en varias ocasiones no me servía ni la vaselina amentolada puesta en la nariz.
Una vez más vi que en India debes interiorizar a la vuelta a casa, porque como lo hagas allí te metes en el hotel y no sales.
Pero la ciudad con los amaneceres más sugestivos que te puedes imaginar también tiene lugares interesantes desde el punto de vista arquitectónico o religioso, como el Templo de Tulsi Manas dedicado al dios Rama, donde los hindúes van a rezar a disfrutar de sus jardines entre el mármol blanco de sus paredes construido en 1964. Me encantó el interior del mismo donde se pueden leer versos en sánscrito y observar bonitos frescos en sus paredes. Se dice que fue allí donde el poeta Tulsidas escribió el poema épico Ramacaritamanasa, versión hindi del Ramayana de Valmiki.
En las próximadades se encuentra el Templo de Durga conocido como el templo de los monos, al cual no se puede acceder si no eres hindú. Muy interesante me pareció la presencia de la única representación cristiana de la ciudad, la Iglesia de Santa María, ubicada en el barrio de Cantonment con su llamativa torre gótica a la que tampoco pude acceder por encontrarse cerrada.
Siguiendo hacia el sur se encuentra el Fuerte de Ramnagar, antigua residencia de los maharajás de la ciudad ubicado junto al puente que comunica con la localidad de Ramnagar. Y un poco más alejado se se puede ver el Templo Dorado de Vishwanarth, ubicado cerca del Manikarnika Ghat.
“La india es más bien una civilización que un país”
Al día siguiente, con los primeros rayos de luz llega el momento de las abluciones sacramentales y ves como los feligreses acuden hacia el Ganges para tomar su baño matutino. Para mi fue el gran momento de mi estancia en la “ciudad de la luz” llamada así porque quienes se acercan allí buscan la nueva vida a través de la muerte. Siempre recordaré ese juego de colores de los saris, ese olor a incienso, esa manera de echarse agua sobre sus cabellos y todo acompañado de los colores de las flores y de las guirnaldas de vendedores rurales que han recorrido muchos kilómetros río arriba para sacar unas pocas rupias y poder vivir un día más. Todo me parecía una película, el niño aprendiendo de la madre, el santo desnudándose para echarse ese agua y después beberla, la vaca que también decide refrescarse, toda la adoración posible a ese gran río que es querido por los hinduistas desde tiempos remotos, pensando que si se bebe agua con su último aliento, su alma alcanzará la salvación eterna por si sola además de creer que el agua cura las enfermedades de los vivos. Como mínimo una vez al día, los hindúes se bañan en él y realizan sus rezos, porque si no lo hacen, su karma queda incompleto y no puede continuar el ciclo de la reencarnación.
Después de todo aquello es difícil volver a transitar por la ciudad con normalidad y si además le unes que es difícil cruzar una calle, la normalidad se queda en un segundo plano.
Aquí el trafico en las zonas amplias es complicado, eso si un poco menos que en Delhi que puedes estar hasta diez minutos para cruzar. En esta ciudad los pasos de cebra son considerados un curioso pero inútil adorno que las autoridades se empeñan en colocar donde les parece y que los peatones se obstinan en utilizar como excusa para interponerse en el camino de los coches. Cruzar es difícil entre coches, elefantes, carros, caballos, vacas, motos, tuk tuk, bicicletas, etc., salvo cuando pasa una persona VIP que para ellas el tiempo se detiene como si fuera una película.
En una de las esquinas descubro a un joven leyendo unos versos del mayor poeta indio de todos los tiempos Tagore, premio nobel, nombrado doctor Honoris causa por la universidad de Oxford aunque no acabó el bachillerato. Al ver mi interés me enseñó el viejo libro contándome que era lo único que le quedaba de su padre y que puesto que era su herencia lo utilizaba día a día para sobrevivir en esa ciudad donde no paras de ver procesiones de personas que se dirigen hacia los crematorios. Me llamó mucho la atención que iban muy rápido y el joven Sidha me contaba que su abuelo que vivía en un aldea rural al norte de la India había llevado a su mujer muerta en el tren como un paquete más para poder ser incinerada en el Ganges ya que no tenían coches ni manera de pagar un taxi.
La capital espiritual de India, gusta o no gusta, pero nunca deja indiferente.
4 Comments
Yo, que he llegado a la mitad de mi vida… sin apenas tener la oportunidad de viajar…gracias a mi querida Gema…ahora estoy recorriendo…. el mundo entero…
¡Qué fotos, qué narrativa!…., ¡cuántas emociones es capaz de transmitirnos Gema de los Reyes!
¡Gracias, amiga! Por compartir con todos nosotros, los lectores de tu ✨mágico blog✨, tus viajes… y…todos los maravillosos sentimientos… que salen de tu inmenso 💖!
Mil gracias por tus bonitas palabras, me encanta poder compartir las emociones vividas, pero sobre todo mil gracias por estar siempre ahi. Besazos
Muchas gracias por compartir estos viajes maravillosos.
Fue un viaje maravilloso aunque a veces los olores ufff. Mil gracias. Besos