Cangas del Narcea

La comarca de Cangas del Narcea junto a la de Ibias y Degaña cubre una gran extensión de la parte suroccidental del Principado de Asturias. Zona poco transitada y quizá un poco olvidada por el turismo, muestra una  belleza sin preámbulos, impenetrables bosques de alto valor ecológico con osos pardos, urogallos, lobos, nutrias, etc,, bellísimos paísajes adornados de cristalinas aguas de arroyos y ríos, sencillas pero airosas montañas que presentan una armonía de proporciones ricas de formas y tonos, inmejorable gastronomía y lo mejor de todo, su gente, una población que te acoge, te ayuda y muestra cada rincón de su comarca sin necesidad de preguntar. 

La capital del concejo, es el centro administrativo y comercial de la comarca. Situada en la confluencia del río Luiña con el Narcea, la villa conserva una parte de su núcleo histórico, que ha sido ampliado con algunas pequeñas poblaciones limítrofes como La Cortinona que se han convertido en barrios de la población y todo ello conectado por cinco puentes que comienza  por el puente Roto, una pasarela peatonal, el puente Nuevo, el Viejo y dominando todo el conjunto por su espectacularidad, el puente Colgante. 

Uno de sus barrios más emblemáticos es el de Ambasaguas o Entrambasaguas, rodeado en sus dos terceras partes por las aguas del Narcea y su afluente el rio Luiña. La capilla del barrio dedicada a la Virgen del Carmen, patrona de la Cofradía de Artesanos de Cangas,  despierta un gran fervor popular y en su honor se celebra el acontecimiento más mediático del año denominado “la descarga” que tiene lugar durante las fiestas del Carmen y de la Magdalena, el día 16 de julio. Cuando la imagen de la Virgen alcanza el puente romano situándose bajo la “Girolina” se produce la tirada de los miles de voladores con que los cangueses homenajean a su patrona.  La capilla fue reedificada entre los años 1725 y 1745 presentando una nave única con presbiterio de gran altura y techo abovedado con aristas. Frente al santuario, protegido durante el año por una tapa de fundición, se encuentra el hoyo donde la noche del 28 de junio se planta “el Arbolón” un árbol que según la tradición, debe ser robado por los mozos del pueblo para plantarlo frente a la capilla teniendo que superar la altura del campanario. Al lado se puede ver uno de los grandes emblemas de la villa, conocido como puente romano pero que realmente es de origen medieval. Aunque ha sufrido varias modificaciones, su estructura actual es del año 1687 según se mostraba en una inscripción situada en uno de los sillares del mismo que fue ocultada en la última reparación del pavimento. Aunque en la actualidad sólo el quinto ojo con arco tiene función hidráulica, el puente consta de cuatro más. 

Cruzando el puente se extiende el Prau del Molín, cuyo nombre proviene del gran molino que en el siglo XX fue reconvertido en central hidroeléctrica. Actualmente el espacio es utilizado como piscina al aire libre. Frente al molino, se encuentra el monumento al Tirador, busto en bronce obra de Félix Alonso Arena.

Ascendiendo por la calle de Sol Mercáu popularmente conocida como “arrastraculos”  y admirando casas con balcones o galerías de madera, se llega a la Plaza del conde de Toreno, llambién conocida como la plaza del mercado ya que aquí era donde se celebraba el mercado hasta hace algunas décadas. La plaza es presidida por el bonito pero austero Palacio de Toreno donde se encuentra el ayuntamiento de la localidad que data del siglo XVII. Al lado de este se encuentra la casona blasonada de El Moreno, que acoge uno de los más famosos bares de la villa. Y justo en frente esta el edificio conocido como La Radio, donde destaca uno de los establecimientos más conocidos por los lugareños, Morodo, y que a mi me hizo muchísima gracias cuanto pregunté donde podía encontrar artesanía de la zona, y me dijeron ve a  “Morodo, de todo”. 

En su cercanía encontramos una pequeña zona verde donde se ubica la figura en honor al minero, no hay que olvidar que esta fue  zona minera por excelencia. Inaugurado en 1984 en honor a la durísima labor que realizaban los trabajadores del carbón, que tanto sustento económico dio a la localidad en tiempos pasados.  En frente hay un edificio que a mi me encanta llamado el Chalé de Soliso, una villa con proporciones realmente armónicas levantada en el segundo cuarto del siglo XX.

Y si se continua hacia la derecha encontramos el Convento de las monjas dominicas, inaugurado en 1931, si giramos hacia la izquierda vemos el Parque de la Reguerala. En frente todavía están las ruinas de un edificio modernista conocido como el Hotel Truita, aunque luego fue el Hotel Don Piñolo. A raíz de un incendio, se destruyó todo el interior pero su fachada todavía está intacta, se pueden observar las influencias de Miró en estas gruesas paredes de sillería adornadas con manchas de azulejos de colores. 

La calle mayor de la localidad es el eje comercial de la misma, Su trazado coincide con el que seguía el Camino Real de Leitariegos, una de las vías comerciales que unía Castilla y Asturias en época medieval. Aquí se encuentra el Teatro Toreno inaugurado en el 1927 y restaurado por última vez en 1998. Además del teatro se pueden encontrar bonitos edificios y plazas que albergan lugares comerciales y de ocio. En cuanto a servicios y ocio hay muchos lugares donde disfrutar y si uno quiere ponerse guapo después de un día de visitas, nada mejor que acercarse al centro Llarcó Estilismo donde Raquel y Andrea además de ser unas grandes profesionales y utilizar productos de primera calidad os dejarán guapísimos y pasareis un rato de lo más divertido.

Desde la Plaza Mario Gómez más conocida como “La Refierta” unas escaleras conducen a la calle de la Fuente de aspecto medieval. A la derecha se encuentra el último palacio construido en la localidad, el Palacio de los Llano, que data del siglo XVIII. En una calle paralela encontramos una de las tabernas de más solera de la localidad, Chicote, donde no hay que perderse brindar con uno de los vinos de la zona.

Si continuamos vamos a dar a la Plaza Mayor, donde se encuentra la Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena , conocida popularmente como “La Colegiata” construida en el siglo XVII y realizada en piedra de sillería. Destaca su interesante retablo barroco obra de Pedro Sánchez de Agrela, un cristo gótico y objetos litúrgicos de gran valor artístico.
En la misma plaza saliendo por la Plaza de la Oliva, encontramos el Palacio de Omaña, de mediados del siglo XVI de estilo renacentista con reminiscencias góticas. Durante unos años fue utilizado como hostal pero hoy en día alberga la biblioteca y la oficina de turismo. Desde ahí se encuentra una de las mejores panorámicas de la ciudad desde el emblemático puente colgante inaugurado en 1972 para dar acceso al barrio de El Fuejo. La pasarela está realizada con contrapesos, losas de hormigón y cables de acero.