Leer para viajar, viajar para leer

Siempre he pensado que estas dos acciones, que son junto con la fotografía mis grandes hobbies, estaban estrechamente unidas, ya que cuando  lees, en cierta manera estás  viajando y cuando viajas, no dejas de leer todo lo que ves, por eso siempre me ha encantado la frase de San Agustín “ El mundo es un libro y aquellos que no viajan sólo leen una página”.

La actividad del viajero  se ha vinculado siempre a la literatura debido a que, las vivencias del autor en los viajes reales, o su imaginación en los viajes ficticios, son plasmadas con gran dominio del lenguaje en sucesivas páginas, donde las descripciones, reflexiones y anécdotas, encuadradas en torno a un hilo conductor cronológico y espacial, cobran vida propia. El autor fomenta su creatividad  estableciendo ambientes, personajes o situaciones y así el lector conoce qué hay más allá de lo rutinario.

Los libros de viajes aparecieron ya en la literatura antigua, comenzaba  Homero trazando en la Odisea un fabuloso viaje, le siguieron obras como por ejemplo el Tratado de Andanzas y Viajes de Pedro Tafur en la Edad Media, El diario de los viajes de Colón durante el Siglo de Oro español,  pero es  en el siglo XVII con el movimiento Grand Tour cuando los relatos de viajes tuvieron un mayor auge. En la época de la Ilustración esta modalidad albergaba las formas de apuntes, diarios, memorias y cartas, como por ejemplo Las diez cartas de Jovellanos a Don Antonio Ponz donde los viajes reales eran  narrados con una clara voluntad descriptiva, cuya finalidad era proporcionar  información práctica sobre geografía, navegación, rutas comerciales, etc. 

El tiempo avanza y ya en el siglo XIX con la creación de nuevas infraestructuras, comienza lo que podríamos decir la antesala del turismo tal y como lo conocemos hoy, véase por ejemplo La casa de vapor, viaje a través de la India septentrional de Julio Verne, aunque tendremos que esperar al siglo XX para que la literatura de viajes alcance su máxima ebullición por el gran número de viajeros que recorren el mundo y que luego muestran a éste lo que ven en él. 

Mientras que en los libros de viaje se habla de historia,  cultura, costumbres,  etc., en las guías de viajes se habla de lugares específicos seleccionados como los más representativos.  Esto no quiere decir que las guías no aporten valor a la planificación de un viaje, yo las adoro, de hecho  siempre utilizo las guía de Lonely Planet  en papel porque me encanta subrayar, poner notas, marcadores, etc., pero en los libros de viaje, además de hablar de sitios concretos siempre se encuentra un cúmulo de anécdotas que unidas a las herramientas que nos proporciona la Literatura y la Historia, nos devuelven una gran sucesión de datos e ideas que nos llevan a conocer más profundamente esas rutas, ciudades o pueblos  que tanto nos gusta recorrer cuando nos situamos sobre nuestras grandes compañeras de viaje.

 

 

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