Puebla de Sanabria y su «Espejo de soledades»…

Declarado Conjunto histórico artístico, Puebla de Sanabria,  es considerado uno de los pueblos más bonitos de España por estar enclavado en un entorno natural  privilegiado ya que tiene como compañeros al Lago de Sanabria y a la Sierra de la Culebra. Documentada por primera vez en el año 509,  fue en el siglo X cuando se le reconoció como centro organizativo de su territorio circundante, pero no sería hasta la Edad Media cuando la villa empezó a interesar debido a su ubicación estratégica por estar fortificada y por ser un ejemplo de fortaleza defensiva  junto a la frontera de Portugal. La villa constituye un bastión fortificado formado por estrechas y empinadas calles decorado con bonitas fachadas repletas de blasones y gran riqueza ornamental que dan muestra del esplendor  de antaño, cundo la villa tuvo gran poder eclesiástico, político y militar.

La Iglesia románica de Santa María del Azogue ubicada en la Plaza Mayor data de finales del siglo XII, pudiéndose observar restos románicos en los muros laterales de la nave y en el hastial con su portada. Pero también podemos ver restos góticos en su crucero y su cabecera cubiertos por bóvedas de crucería estrelladas. En su interior destaca una pila bautismal del siglo XII, un órgano del 1780,  el retablo con la imagen y el camarín de la Virgen del Azogue, patrona de la villa. En el suelo, grandes cristales nos muestran las lápidas que aparecieron en unas obras de restauración del templo en 1995. El término árabe  azogue significa mercado, y ese es el uso que se daba en la antigüedad a la la plaza donde está ubicada. Adosada a la iglesia encontramos la Ermita de San Cayetano, construida en el siglo XVIII por la familia Ossorio  cuyo escudo se puede observar en su fachada. El interior posee una nave cubierta por una bóveda de cañón, y bajo ella se encuentra el altar mayor con un retablo barroco y una capilla en memoria de su fundador. 

El ayuntamiento con su fachada isabelina, se encuentra rodeado de casas blasonadas de madera y pizarra con bonitas balconadas siempre decoradas con flores muy coloridas lo que le hace tener unos rincones estupendos para fotografiar.

Junto a las calles empedradas encontramos el Castillo de los Condes de Benavente, muestra del valor arquitectónico y económico de la villa en el medievo.  Construido a mediados del siglo XV por D. Rodrigo Alonso de Pimental y Dña. María Pacheco, el castillo ocupa una posición privilegiada sobre un promontorio protegido por tres cauces fluviales; se trata de un castillo fortaleza construido en sillería de granito con un recinto amurallado de planta cuadrangular y una torre central, la Torre del Homenaje o como popularmente se la conoce “El Macho”.  Actualmente alberga la biblioteca municipal, la Casa de la Cultura y un centro de interpretación de fortificaciones. Junto al castillo todavía se pueden observar restos de las murallas del siglo XII y XIII.

En la misma época se construyó una cerca murada con mampostería de la que hoy  quedan pocos restos.

A las afueras del casco antiguo, se encuentra el Convento de San Francisco dedicado a S. Bernardino, en la actualidad se utiliza  como escuela de artes y oficios locales para Centro de Profesores. Adosado tiene una iglesia. 

A pocos kilómetros de la población se encuentra el recinto del  lago, donde además de contar con bonitos senderos para pasear y observar esa masa brillante, azulada y entrañable de origen glaciar, que un día M. de Unamuno denominó como “Espejos de soledades” cuenta con pequeñas poblaciones que le rodean llenas de encanto.

Así encontramos las ruinas del pueblo de Ribadelago inundado en 1959 por un fallo durante la construcción de su presa. Durante el incidente, se escaparon unos ocho millones de metros cúbicos de agua embalsada, teniendo unos resultados catastróficos llevándose la vida de ciento cuarenta y cuatro personas. Siguiendo la costumbre de la época, se construyó un nuevo pueblo a un kilómetro del antiguo, donde se realojó a los supervivientes de la catástrofe. En el año 2009 se realizó un monumento para conmemorar los cincuenta años de la tragedia. La escultura en bronce fue realizada por el escultor zamorano Ricardo Flecha y representa a una madre protegiendo a su hijo con un toquilla. A los pies de la misma, se inscribieron los nombres de las personas fallecidas en la tragedia. 

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