Nessebar, grandes atardeceres del mar negro

La pequeña península unida al continente por un pequeño istmo declarada Patrimonio de la Humanidad, te recibe con un molino de madera que separa la zona moderna de su precioso casco antiguo. 
Melsambria como era conocida en la época de los tracios, despareció tras el incremento del mar negro, por lo que los primeros restos que se pueden encontrar son romanos y bizantinos. Pero que pese a que tiene más de tres mil años de historia y por la región han pasado casi todas las civilizaciones, su mayor época de esplendor fueron los siglos XVIII y XIX cuando los comerciantes la utilizaban como lugar de intercambio de mercancías.

Prueba de su riqueza podemos observar las grandes casonas a pie de pequeñas callejuelas empedradas que otorgan a la localidad un estilo elegante que embriaga de color en las horas extremas del día. Pasear por sus adoquinadas callejuelas tanto al amanecer como al atardecer es un regalo para los sentidos.  Cuando la luz del sol cae sobre los restos de la muralla cuya parte mejor conservada se encuentra en la entrada a la ciudad, la ciudad te regala una imagen mágica que sólo es comparable a la que puedes encontrar  cuando al amanecer te acercas al puerto a esperar los barcos repletos de pescados que los dueños de las casonas señoriales de los antiguos mercaderes esperan en su orilla para deleitarse con sus mejores piezas. 

Adoro las ciudades a esas horas, entremezclarse con los lugareños enriquece no sólo tu conocimiento sobre el país y su cultura sino también tu corazón; con sus mejores formas consiguen trasladarte su forma de vida y te hacen participe de su cocina y de su mesa. En el área de San Juan Aliturgetos se ponen los lugareños a vender sus productos hasta que los primeros autobuses de turistas invaden los parking. 
La Perla del mar negro sin duda es el centro cultural de la costa búlgara por estar  muy cercana de Sunny beach, el mayor resort turístico del país donde se encuentran las grandes cadenas hoteleras o los enormes apartamentos de lujo donde por una pequeña cantidad de dinero los turistas rusos, alemanes e ingleses pasan su vacaciones. 

La joya de Bulgaria porta un excepcional patrimonio cultural e histórico donde destacan las iglesias construidas bajo el reinado del Zar Iván Alexander (1331-1371) el cual, creó en la ciudad el centro espiritual y religioso del imperio llegando a tener más de ochenta iglesias.  En el centro histórico encontramos muchas de ellas bizantinas o  mediavelas, todas son una delicia.  A día de hoy destaca la iglesia de Sveti Stefan que data del los siglos X y XII con un marcado estilo de la región. Si su exterior encantan con sus franjas rojas y blancas el interior es un auténtico espectáculo  ya que está cubierta en su totalidad de frescos realizados durante el mejor ciclo de la pintura búlgara. Junto a esta encontramos la iglesia bizantina del Christ Pantokrator construida entre los siglos XIII y XIV cuyo exterior está profundamente decorado.

También se pueden visitar la basílica de la Santa Madre, la de San Juan Bautista pero si hay una que a mí me encanta es la de Santa Sofía, no dejan de ser ruinas pero su enorme basílica de tres naves está ubicada en el centro del casco antiguo junto a puestos callejeros, galerías de artes, restaurantes y pequeñas tiendas con un encanto especial, creando un entorno idílico para disfrutar de buenos y entrañables momentos. Restos arqueológicos de las huellas que han dejado las civilizaciones se pueden observar en el Museo arqueológico de la ciudad  inaugurado  en 1994 que cuenta con una gran colección de iconos hallados en las excavaciones realizadas en la pequeña localidad de la época tracia, griega romana y bizantina.