Grecia – Peloponeso, Delfos, Meteora

Después de unos días por algunas islas griegas,  salimos desde Atenas con dirección a Corinto, tras unos ochenta kilómetros llegamos al Canal que comunica el Jónico con el Egeo, como tuvimos la suerte de que pasara un barco, fue fácil hacerse a la idea de sus dimensiones. Proseguimos hasta la ciudad, visitamos sus restos arqueológicos y subimos a la antigua ciudad, conocida como Archicorinto. Entre el calor y las escaleras es un suplicio visitarla a medio día pero es un lugar fantástico, sin duda mejor que las ruinas de la ciudad nueva.

Como a cincuenta kilómetros  de allí se encuentra Micenas,  entramos por la Puerta de los leones y mis ojos empezaron a brillar, desde pequeña siempre me interesó la Literatura y el Arte clásico, y el mundo micénico me llamaba mucho la atención, así que atravesar esa puerta supuso un vuelco en mi corazón. Subimos por el llamado camino real hasta lo alto de la ciudad donde se encuentra el Palacio Real. Atravesamos muchos  vestigios de varios templos, casas patricias  y las grandes murallas que rodeaban la ciudad. El museo de Micenas  es muy interesante y  cuenta con unas fantásticas maquetas sobre el yacimiento y un montón de restos de lo que se han encontrado, destacando la “máscara de Agamenón” realizada en oro.  Abajo al lado de la ciudad hay varias tumbas, la más conocida es la tumba de Agamenón (El tesoro de Atreo). Es una tumba abovedada con dos cámaras donde destaca la “falsa bóveda”; actualmente no quedan restos de su decoración pero su estructura bien merece una parada en el camino. De ahí nos dirigimos a Epidauro, para asistir a una obra perteneciente a su Festival. El recinto reviste importancia arqueológica y arquitectónica, de ahí, que haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; desde luego parece que los siglos no han pasado por él. Había reservado entradas, que por cierto son muy baratas, para ver “Las nubes” de Aristófanes, (las reservé por internet, me mandaron el localizador y las recogí en los quioscos de taquillas que tienen en el “Odeon” en Atenas; se pueden recoger en varios lugares de diferentes ciudades),  sabía que no entendería nada pero como la había leído no habría problema en seguir la obra. Se realiza recreando la época clásica, con lo cual, los actores entran por el lateral de la escena, una de las tres zonas junto a la orquesta y graderío, que está a nivel de tierra.  Su acústica es fantástica, increíble la propagación del sonido por todo su entorno,  sin duda fue una gozada estar sentada en ese teatro rodeado de bosques y cipreses, pensando en cómo estarían en la antigüedad todos aquellos griegos amantes del teatro disfrutando de una obra como la que estaba disfrutando yo en ese día. Proseguimos hacia Nauplia,  antigua capital y ciudad costera muy bonita.  Intentamos dormir allí pero no encontramos nada, así que nos fuimos a un pueblo cercano llamado Tolo,  nos quedamos en los Heliotopos Apartments, el sitio era estupendo como lugar de paso y lo mejor fue el desayuno que se tomaba en su salón de piedra y madera de la planta baja, donde toda  la comida era casera, hacían un pastel de queso con frambuesas para perder el gusto, además de que la dueña era encantadora. Nauplia tiene tres fortificaciones, destacando el Castillo de Palamidi,  me gustaron muchos sus callejuelas llenas de tiendecitas artesanales.  Se puede coger una barquita para ir al Castillo de Bourzi ubicado en una isla en frente.

Como a dos horas de Nauplia y con destino a Esparta nos detuvimos en  Mistrás, preciosa ciudad bizantina que un día fue centro cultural e intelectual congregando a sabios y artistas de toda Europa.   Construida sobre lo alto de una colina y rodeada por una muralla, cuenta con varios monasterios de  gran valor artístico  que se encuentran en la lista de Patrimonio de la Humanidad. Destacan la iglesia de Perívleptos, con su ciclo de frescos representativo de las principales fiestas de la Iglesia, la de Pandánasa que, al tratarse de la más nueva tiene cierto aire gótico, o la de Mitrópolis, la más antigua de todas, en cuyo interior encontramos una serie de frescos que representan los milagros realizados por Cristo. Además se puede contemplar  la capilla de Ágios Giorgos, o los templos de Ágios Theodoros y de Afendikó. Aunque los hombres dejaron de habitar aquí hace tiempo, actualmente existe una congregación de monjas ubicadas en el Monasterio de Pantanassa, su vida transcurre serena entre el trabajo y la oración. Resulta un viaje en el tiempo transitar por los senderos de Mistrás, para mí una de las cosas que sin duda,  más me gustaron del  viaje.

Avanzamos hacia Esparta que fue la gran desilusión, sabía que había pocas ruinas, pero claro no tan pocas, literalmente no hay nada, con lo cual, sitio totalmente prescindible. Dormimos en Kalamata  en el hotel, Elektra Hotel & Spa, hotel en el puerto, donde accedes en cinco minutos a la playa y  a su bonito paseo marítimo, lleno de terrazas y restaurantes; como no está en primera línea de playa y está un poco antiguo, es un cuatro estrellas bastante barato. Esa noche había que darse un respiro de tanta  vida cultural así que tocaron unas  copitas a la caída del sol en una preciosa terraza donde una vez más disfrutamos de la amabilidad y simpatía de los griegos. De camino a Olimpya, paramos en Messene, lugar  poco conocido pero fascinante,  es del estilo de Olympia en cuanto a que hay mucho edificio público y las ruinas están bien conservadas, con lo cual, menos trabajo para la imaginación. A medio día llegamos a la cuna de los Juegos Olímpicos, declarada patrimonio cultural de Humanidad desde 1989 y ubicada en el valle de Alfios.  Rápidamente dejamos la mochila en el Hotel Pelops (justo a la entrada de la zona arqueológica, baratísimo y súper limpio) buscamos un sitio para comer y de ahí a uno de los sitios más esperados del viaje. Entramos en el recinto con  muchísimo calor, menos mal que en  él había muchos lugares con grandes árboles y las sombras eran constantes. En las ruinas se pueden ver los Templos de Hera y de Zeus, ubicados en el llamado “Altis” o recinto sagrado, la Palestra, el gimnasio, la gran Hosteria, el palacio del senado Olímpico, etc. pero sin duda lo más significativo es el conocido estadio olímpico, explanada rectangular de casi 193 metros de longitud de pista, rodeada por unos taludes que servían como gradas y en el que se celebraban las pruebas de carrera, lucha y pentathlon; por supuesto y como no podía ser de otra manera, con el calor y todo dimos la vuelta de rigor recorriendo  la pista, dejándome llevar por esos gritos y aplausos que imaginas que daban los griegos a sus atletas; ¡me encantó! la gente decía que estábamos locos por hacerlo con esas altas temperaturas, pero al final acabamos no siendo los únicos. Pasamos toda la tarde en el recinto, cenamos un fantástico pulpo a la brasa y con mi afán por las librerías y papelerías, pasé un rato muy agradable con el dueño de una pequeña librería que además tenía artículos de papelería muy orientados a la antigua Grecia. Me encantaron sus cuadernos sobre los filósofos, en cada hoja una frase de algunas de sus obras con un papel envejecido y cuidado, así que no pude venirme sin ellos. Al día siguiente fuímos al Museo Arqueológico ubicado cerca del conjunto monumental del Santuario de Olimpia y que alberga piezas de arte encontradas en la zona de la Antigua Grecia,  tales como cerámicas, restos de frontones, metopas, etc. Destacan la gran pieza de Praxiteles “Hermes con el niño Dionisio”. También accedimos al museode Historia de los Antiguos Juegos Olímpicos, donde se muestra la historia de más de mil años de los Juegos Olímpicos. Impactante la muestra multimedia acerca de la misma.

Salimos de la Península del Peloponeso con destino a   Delfos,  atravesando la gran obra de ingeniería moderna, el Puente sobre el río Antirió, una extensión cercana a los dos kilómetros que une el Peloponeso con la Grecia Central. Nos alojamos en el pueblo de al lado llamado Arahova en el precioso hotel Xenonas Iresioni. Este pueblo de montaña es cercano a Delfos, en verano no tiene mayor interés salvo sus bonitos alojamientos, terracitas y por supuesto la cercanía Delfos. Delfos es uno de esos sitios que si te gusta el arte clásico no te puedes perder, sus principales restos arqueológicos están distribuidos a ambos lados de la carretera. El conocido “Oráculo de Delfos” respondía en la antigüedad a las preguntas de los gobernantes del país a través de Pythia, la sacerdotisa, en el Templo de Apolo. Actualmente se puede observar la base y algunas columnas del mismo, y a su alrededor se extienden restos de edificios. Destacan el estadio, el teatro, el Templo dedicado a la diosa Atenea, etc. Una visita a Delfos no es completa si no se admira la famosa “Escultura del Auriga” ubicada en el museo arqueológico, realizada en bronce y que  representa a un joven ganador de las carreras de cuadrigas; lo más impresionante es que no te deja de perseguir con su mirada. En el museo hay más piezas importantes como las figuras del frontón del templo, pero para mi ninguna que me fascinara tanto como el Auriga. Por la noche cenamos en un precioso restaurante que hay a la entrada del pueblo con una terraza fascinante y que hacen las mejores berenjenas que he probado, después por supuesto de las de Capadocia en Turquía, que eran un auténtico manjar.

Al día siguiente proseguimos hasta Kastraki, preciosos pueblo a los pies de Meteora. ¿Qué decir de este lugar? Me impresionó, me encantó, me fascinó, no se, todas las palabras me parecen pocas para describir este impresionante lugar. Dormimos en un precioso hotel llamado Pyrgos Adrachti, bonito hotelito de pocas habitaciones, decorado todo en madera oscura con un gusto exquisito, y lo mejor, abrir la ventana y ver ese espectáculo. Los  monasterios suspendidos en el cielos, están localizados en la llanura de Tesalia. Son construcciones habitadas desde el siglo XIV sobre la cumbre de masas rocosas grises, talladas por la erosión y llamadas Meteora. Existen veinticuatro monasterios (muchos de ellos en ruinas), de los cuales sólo son visitables seis, donde viven congregaciones de monjes o monjas dedicadas a preservar estas obras de arte declaradas Patrimonio de la Humanidad. La construcción de los monasterios aún es una incógnita, surgieron cuando un grupo de monjes cristianos ortodoxos que se refugiaban en cuevas del lugar, decidieron realizar los monasterios para evitar el asedio de turcos y albaneses.  Hasta la construcción de los caminos y carreteras, la única forma de ascender era mediante telesillas y cuerdas con poleas, las cuales se pueden ver actualmente. Como estuvimos dos días el recorrido lo hicimos andando entre constantes pendientes y pronunciadas subidas, el acceso a alguno de los monasterios es duro, pero disfrutar de esos parajes con construcciones únicas entre frondosa vegetación natural no tiene precio.

Los monasterios están dotados de preciosas pinturas, como por ejemplo las pinturas de la iglesia cuadrada del monasterio de San Nicolás, el cual es el primero que te encuentras en el camino desde Kastraki.  Una de las escaleras que recuerdo más pesadas son las del monasterio de la Santísima Trinidad, después del ascenso por el sendero, ves que llegas al monasterio y te crees que está ahí, pero no, luego están sus maravillosas escaleras de peldaños excavados en la roca que te dejan sin palabras, menos mal que luego las vistas de la ciudad de  Kalámbaka merecen mucho la pena. Al monasterio de Roussanou se accede a través de un precioso puente de madera y al igual que el anterior ofrece unas vistas impresionantes. Los dos más grandes son el Monasterio de la Transfiguración (conocido como el Gran Meteoro) y el de Varlaam. Si sólo se quiere ver uno sin duda no hay que perderse el Gran Meteoro,  su entrada a través de una escalona conduce a lo alto de la roca, está excavada en la base y se adentra en la piedra a través de  un pequeño túnel. Me encantó su gran iglesia ortodoxa cubierta de maravillosos frescos pero sin lugar a dudas lo más destacado es su osario al cual te puedes asomar e impresiona la gran cantidad de calaveras y huesos que se encuentran en el mismo.

Es un enclave mágico, que ha conferido a este lugar un halo espiritual impresionante. Si hay algo que no hay que perderse en este país, sin duda es este lugar, único en el mundo y que será el gran recuerdo del viaje a Grecia, si se madruga y se contemplan al amanecer cuando surgen entre los primeros rayos del sol y las brumas se obtiene ¡una visión fantasmagórica!.

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