Estrasburgo…emblema de concordia y paz

Ubicado en la Gran Isla y con un entramado de pequeñas y coloridas calles donde se mezcla la elegancia de sus canales con la tradición medieval, se esconde el barrio más antiguo de la ciudad, Petite France, Patrimonio Mundial de la Humanidad desde el año 1988. Sus casas con fachadas de entramado de madera se reflejan en las aguas de sus canales, otorgando un regalo para visitante. Es una delicia perderse por sus calles en dirección al centro donde se ubica la bonita plaza con su imponente catedral del gótico tardío y su campanario, que fue el más alto del cristianismo hasta el siglo XIX. Es un templo donde se palpa la rica diversidad cultural de la antigua Europa. Victor Hugo hablaba de ella como:

» (..) el prodigio de todo aquello que es monumental y delicado a la vez”.

Asombra su verticalidad, sus airosas lancetas y su esculturas con espléndidas escenas bíblicas. El interior es sencillo pero agradable. Destaca el gótico Pilar de los Ángeles, las excelentes vidrieras del XII al XIV y su reloj astronómico del siglo XVI considerado monumento histórico, con unas figuras mecánicas que representan a la muerte y que aparecen acompañadas de repiques de carillón todos los días a las doce y media de la mañana. Las esculturas y algunas vidrieras de la catedral se exponen en los edificios renacentistas de la Casa de la Obra de Notre-Dame.

En esta plaza además de situarse la Oficina de Turismo , encontramos quitando protagonismo a la catedral la Casa Kammerzell, uno de los edificios medievales mejor conservados de la arquitectura gótica perteneciente al Imperio Romano y que hoy en día alberga un destacado hotel. Además, no hay que dejar de ver la más antigua farmacia de Francia llamada Farmacia del Ciervo que data de 1268, hoy reconvertida en «Boutique de la cultura«.

Al lado, encontramos el Palacio Rohan conocido como “la Capilla Sixtina del arte abstracto”. Es una bonita construcción clásica del siglo XVIII que alberga hoy el Museo de Artes Decorativas, el Museo de Bellas Artes y el Museo Arqueológico.
La iglesia protestante de Saint-Pierre-le-Jeune, que tiene sus orígenes en 1031, contiene en su interior, varias joyas tales como: frescos del siglo XIV, un claustro con columnas del siglo XI, un palco y los restos de una antigua iglesia del siglo VII utilizada, en la actualidad, como cripta. Y otra iglesia de estilo neogótico declarado monumento histórico de Francia, es la iglesia luterana de San Pablo construida entre 1892 y 1897 y que lo más me llamó la atención fue el gran número de entradas que hay en la misma.

El final del barrio antiguo, donde se sigue menzclando el aire francés con un aire totalmente alemán, se cierra con tres puentes cubiertos y los restos de la antigua fortificación de la ciudad que se unía por galerías techadas y servían como miradores, pero que luego, en el siglo XVIII se sustituyeron por puentes. Justo en frente de estos se construyó entre 1681 y 1688 un nuevo sistema defensivo, que consistía en una presa destinada a inundar esa parte de la ciudad en caso de que fuera necesario. No hay que perderse en la parte superior del edificio una terraza panorámica, desde donde se abarca de una sola mirada, el trazado de la ciudad y de sus canales.

Al norte del centro histórico, encontramos el resultado de la ampliación de la ciudad realizada por las autoridades alemanas durante su anexión entre los años 1880 y la Primera Guerra Mundial. Entre sus edificios más destacados se encuentran la Biblioteca nacional instalada desde 1895 en un palacio neorenacentista, el Palacio del Rhin, el gran coloso de arenisca amarillo, el Palacio universitario y la estación de tren.

La antigua Argentoratum, nombre que recibía la ciudad en época romana, fue considerada el centro del desarrollo del pensamiento humanista. En ella Gutenberg, de hecho hay una plaza en su honor en cuyo centro se levanta una estatua del inventor de la imprenta que residió en la ciudad entre 1434 y 1444.
En la ciudad hay otras bonitas plazas como por ejemplo la Broglie, que fue donde se escuchó por primera vez la Marsellesa y hoy en día se encuentra el ayuntamiento, un bello edificio del siglo XVIII Patrimonio de la Humanidad. La plaza Kléber que es la más grande de la ciudad, se encuentra ubicada a pocos pasos de la catedral y debe su nombre al general militar Jean Baptiste Kléber, que nació en la ciudad y que se encuentra enterrado bajo la escultura en su honor. En esta plaza es donde se encuentra en época de Navidad un enorme árbol además de un bonito mercadillo. Otros mercadillos navideños que podemos encontrar en la llamada capital de la Navidad, por ser en ella donde se celebran los Mercados de Adviento más antiguos de Europa, se encuentran en la Plaza Broglie, en la plaza Gutemberg, que cada año dedican el mercadillo a un país invitado, o el que se encuentra en la plaza Áusterlitz donde se pueden descubrir las delicias gastronómicas de la región.

En una zona tranquila de la emblemática ciudad que ha sido testigo de conciliaciones y conflictos europeos, se encuentra la zona más nueva , conocida como zona europea, y donde también se puede ver esa mezcla alemana-francesa; aquí están ubicadas las principales instituciones europeas, además de grandes y tranquilas zonas verdes y una gran sinagoga. Reinan las casas con líneas perfectamente ordenadas y decoradas, acompañadas de jardines y un gran número de personas haciendo deporte alrededor del río donde además se puede coger un barco turístico para recorrerlo. En el parque de la Orangerie, el más grande y antiguo de la ciudad, se puede observar el Edificio Joséphine, construido en 1804 para albergar los ciento cuarenta naranjos procedentes del Castillo de Bouxwiller. Hoy en día este edificio es un centro de exposiciones.


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