Marrakech, la exótica ciudad de color ocre

Siempre recordaré la primera vez que fui a Marrakech, esos colores que ya desde el propio avión empiezas a adivinar, sus olores, calles, gentes, es una ciudad que me encanta, su nombre ya evoca otra época, otros paisajes, otras culturas,  cada vez que vas descubres rincones nuevos, sabores nuevos, sin duda tiene magia.
La ciudad es la capital turística del país. La leyenda cuenta que cuando se construyó la Koutobia en el corazón de la ciudad, ésta comenzó a sangrar de tal manera que se tiñó de rojo, un color que predomina en la ciudad y sus casas de alrededor, así como en la bandera nacional del país. 
Como siempre me cojo el alojamiento en el centro, desde el aeropuerto accedo a la ciudad en el autobús 19 directo a la plaza de Djemma el Fna o bien cojo un taxi que al estar muy cerca de la ciudad cuesta muy poco dinero.El alojamiento en Marrakech es maravilloso, encuentras desde pequeños hoteles o riads a precios asequibles en la Medina, pasando por hoteles en la zona nueva hasta preciosos Riad como el Kheirredine o el Adriana ubicados en la medina que me encantan.
Dentro de la medina lo mejor es dejarse llevar, caminar por ella sin fijar un recorrido, me encanta adentrarme por esas calles mezclándome con la gente, descubrir ese mundo de olores, sensaciones, comidas, ruidos, rezos, etc., tan característico de todo Marruecos.

Esta medina amurallada tiene varias puertas  de estilo almohade que han permanecido a lo largo de los años.  En árabe son nombradas Bad. Las principales puertas son: 

Bab Agnaou: puerta del  » carnero sin cuerno » , es la principal entrada a la Kasba,  fue nombrada así después de haber perdido ambas torres que la componían. Construida de piedra de Guéliz, de un azul gris, se volvió hoy roja por la acción de los vientos que aportaba la arena del desierto.
Bab Er-Robb: de color ocre rojo, esta puerta, llamada  » zumo de uva  » servía para controlar la entrada de las bebidas alcohólicas.
Bab El Khemis: esta puerta da acceso al zoco del mismo nombre, que significa el jueves, en referencia al día del mercado de la época. La estructura de esta puerta proviene probablemente de influencias andaluzas. Hoy, un zoco cubierto permite el intercambio de antigüedades y de productos artesanales.
Bab Aylen: llevando el nombre de pueblo berebere, la puerta es muy reconocible por su aspecto acodado. Fue construida por Almorávides.
Bab El Jdid: es la puerta más frecuentada de la medina. Se sitúa entre el lujoso y celebre hotel de La Mamounia y el barrio Hivernage.
Bab Doukkala: Puerta impresionante construida por los Almorávides en el siglo XII, adosada a dos torres cuadradas, da un acceso al norte de la medina. La estación de buses se encuentra hoy en las cercanías.
Bab Debbagh: esta puerta se sitúa entre el río y las tenerías implantadas dentro de la medina, de la cual se desprende un olor característico.

Después de pasear un largo rato por la ciudad y tomar contacto con la misma, nos acercamos al Palacio Badi  que significa el “Palacio de lo incomparable”, que fue construido a finales del siglo XVI por el Sultan Ahmed al- Mansour para conmemorar la derrota de los portugueses en la batalla de los tres reyes o Reyes magos. Está totalmente en ruinas, se puede ver su gran patio y hacerte una idea de lo que fue en su mayor momento de explendor. Todo el conjunto constaba de varios pabellones, que según las crónicas tenían hasta 360 habitaciones.Estos pabellones estaban situados alrededor de un gran patio central de 135  por 110 metros. En este patio había un gran estanque de 90 por 20 metros, y en todo el recinto había una gran profusión de jardines. Estando allí un señor mayor que había sido profesor de Historia de Arte en Francia y gran estudioso de la arquitectura marroquí,  nos comentó que aunque efectivamente ahora no nos podíamos hacer a la idea de lo que había sido, a él le gustaba ir a pasear por allí por su aire romántico y melancólico, y la verdad si piensas en esa explanada al anochecer con esos naranjos y sus cigüeñas, razón no le faltaba. Cada año, durante los fines de semana de julio, se celebra el festival de música y danza tradicional y se muestran filmes durante el Festival de Cine de Marrakech.
Por suerte, una año pude asistir a este festival y me encantó, la ciudad se viste de glamour.Por suerte, una año pude asistir a este festival y me encantó, la ciudad se viste de glamour. Pasamos por los numerosos puestos de frutas, carnes y pescados, me encanta fotografiar esa parte tan sugerentes de las ciudades.

Después fuimos a la famosas Tumbas Saadies, que datan del siglo XVI, aunque es un recinto no muy grande, es muy agradable su visita, están ubicadas en un jardín cerrado y se accede a ellas a través de un pequeño pasillo. Hay más de cien tumbas decoradas con preciosos mosaicos, destacan el mausoleo principal donde está enterrado el Sultán AhmEd al-Mansur, conocido como «El dorado» y su familia. Consta de tres salas siendo la más conocida la de las doce columnas. Esta sala está decorada en mármol de Carrara y el techo es de madera de cedro con relieves de oro. Las paredes están cubiertas de estucos imitando el dibujo de nido de abeja. También se puede ver una segunda sala que alberga el mihrab (pequeño nicho que en las mezquitas indica el lugar adonde deben mirar los fieles para orar) Aquí encontramos cuatro columnas de marmol blanco, esta sala servia de mezquita solo guarda las tumbas alauitas. Y por último  la tercera sala, llamada de los tres nichos, la cual está muy decorada por mosaicos y estucos y guarda las tumbas de los príncipes saadies que murieron siendo pequeños y las mujeres y concubinas de los príncipes.

Relativamente cerca y a poca distancia de la plaza de Ferblantiers se encuentra el Palacio de la Bahía, palacio dedicado por el visir Ahmed ben Moussa a una de sus favoritas. Es un palacio que se construyó a partir de residencia del padre de éste al que fue añadido diversas casas adyacentes. Actualmente sólo se puede visitar parte del mismo, destaca el Patio de honor, gran explanada de cincuenta metros de longitud cubierta de mármoles y mosaicos geométricos, rodeado de una galería de columnas.En cuanto a la sala más bonita por su arquitectura se refiere, es la Sala del Consejo con sus paredes alicatadas con porcelana y el techo de madera de cedro pintado. En la actualidad la zona privada del palacio es residencia real y es utilizado para recibir a dignatarios extranjeros. También tiene instalaciones del ministerio de cultura marroquí. 

Pero si a mi hay dos lugares que me encantan de esta ciudad es sin duda, La Koutoubia y la Medersa Ben Youssef.La Koutoubia es el edifico más conocido y visitado de la ciudad, ubicado en la siempre maravillosa pero bulliciosa Plaza Djemaa el Fna.  Se inició en 1141 por el califa almohade Abd al Mu-Min y destaca por su minarete de 69 metros que os recordará mucho a la Giralda de Sevilla. Su nombre que significa mezquita de los libreros se debe a los numerosos puestos de libros que la rodeaban en tiempos pasados. 

La medersa está situada junto a la mezquita del mismo nombre. Una medersa es una escuela musulmana de estudios superiores, hoy en día es un es un lugar de difusión cultural. Es una verdadera joya arquitectónica en madera y mármol, edificada en la segunda mitad del siglo XVI. El edificio es de planta cuadrangular.  En ella se pueden ver las habitaciones o celdas que alojaban a los estudiantes,  el patio que es una verdadera maravilla con sus elegantes azulejos de colores que dibujan círculos concéntricos en los niveles inferiores de las paredes. Me gusta mucho la frase que hay antes de entrar que dice “ A tí que traspasas mi puerta se te cumplan las más altas esperanzas”. Es un edificio que desprende serenidad y transmite mucha espiritualidad. 

Además también se pueden visitar varios museos, pero a mí el único que me resulta interesante es el Museo de Marrakech no tanto por lo que contiene sino por el edificio en si. Está ubicado en el antiguo palacio que data de finales del siglo XIX donde residió el antiguo ministro de defensa del sultán Boulay Abdelaziz. El museo fue abierto en 1997 cuando una fundación lo compró para rehabilitarlo. Me encanta su patio central es impresionante, encontrareis rincones de lo más bonito, además siempre hay una música que si te sientas a escucharla y además admiras la arquitectura del lugar,  te hace perder la noción del tiempo.

Después de todas las visitas, nada mejor que tomar un te en el fantástico hotel La Mamounia, rodeado de un precioso jardín, es sinónimo de lujo y distinción, pero claro también de un elevado precio, por lo que hay que conformarse con tomarse un te.
Una de las calles con más ambiente después de la plaza es la calle Rue Riad Zoutoun, allí se puede encontrar de todo, tiendas, lugares donde cambiar dinero, bares, etc.
Era la hora de cenar y hoy decidimos que iríamos a un restaurante que todo el mundo nos había recomendado, pero que al día siguiente cenaríamos en los puestos de la plaza, ese lugar donde de día y de noche son lugares completamente diferentes. Fuimos al Che Chegrouni ubicado en la Plaza, el couscous estaba delicioso y con esas vistas a la Plaza mucho más. También nos hablaron del Les Prémices pero a ese decidimos que íbamos a comer al día siguiente.
Al día siguiente le tocaba el turno a los jardines de Marrakech, Jardines de Menara, Palmeral, los Jardines Majorelle y ese zoco que tantas ganas tenía de conocer. Los Jardines de Menara es el lugar donde gran cantidad de marroquíes pasan su tiempo libre, fueron creados en 1870, cuenta con un precioso estanque y un edificio que lo preside y una gran cantidad de olivos. Es un lugar muy agradable para pasear.
Para ir al Palmeral cogimos un taxi que nos recorriera la zona y después de regatear un rato, conseguimos un buen precio. Esta zona para mi no tiene ningún interés, es una extensión llena de palmeras y rodeada de grandes hoteles de lujo, que sin duda no volvería; pero lo que si me gustó muchísimo fueron los Jardines Majorelle, preciosos jardines puesto con un gusto realmente exquisito. Fueron creados en 1924 por Jacques Majorelle pintor francés que se asentó en Marrakech en 1919. Fueron abiertos al publico en 1947 y desde 1980 son propiedad de Yves Saint Laurent de ahí que también se conozcan por ese nombre.  Podéis encontrar desde cactus, palmeras hasta plantas acuaticas. Ahí también se puede ver el Museo de Arte islámico donde se exponen piezas de joyería, tejidos, alfombras, artesanía, etc. Y por supuesto también se pueden ver pinturas del célebre pintor que dieron nombre al jardín.

A la vuelta comimos en Les Prémices, está bien pero me gustó más el de la noche anterior, aunque el tagine de pollo y verduras estaba muy bueno.

Tras la comida nos adentramos a ese mundo de los zocos que tanto me gustan. Accedimos desde la Plaza Djemaa el Fna y al momento ya puedes observar el bullicio de gente, callejuelas laberínticas, algunas cubiertas y otras no. Es realmente grande, quizá uno de los más grandes que he visto nunca, ni los de Cairo, Turquía, etc., tienen tantísimos puestos y con cosas tan diferentes para vender; los puestos están organizados por su género, es decir, cuando llegas a la zona de la piel, todos los puestos son de piel, así lo mismo con los libros, joyerías, etc. Es un lugar donde deleitarse, tomarse una taza de te mientras que regateas con sus comerciantes y sin lugar a duda donde disfrutar de todos los sentidos.
La plaza es el lugar más importante de la medina, me encanta su transformación de día a noche. De día podrás ver monos, serpientes, dentistas, puestos de zumos, de frutos secos, etc., y por la noche la plaza se viste de puestos de comida para poder cenar, de hecho esa noche cenamos en uno de los puestos unas brochetas de pollo que estaban riquísimas. Es un lugar diferente a todo, donde puedes ver músicos improvisando, gente bailando, etc., toda ella está rodeada de bares que cuentan con una terraza estupenda para capturar buenas fotos de cada momento. Me encanta subir al café de París al atardecer y tomar un té que aunque para mí son demasiado dulces, no dejan de estar muy buenos.

Fuera de la medina o parte nueva de la ciudad como se la conoce allí, está representada por dos grandes avenidas la de Mohamed V y la de VI. Para mi esta zona no tiene mucho interés, son barrios de nueva construcción con tiendas de grandes firmas o cadenas tipo Zara, McDonalds etc., sí destacaría el Teatro Real,  iniciado en 1978 por el arquitecto Charles Boccara.  Es una combinación de arcadas de ladrillos, mármoles y muros tadelakt (un recubrimiento típico de la zona de Marrakech, basado en piedra calcarea que confiere brillo e impermeabilidad y es muy utilizado en los baños de vapor) con una preciosa cúpula y con un fantástico anfiteatro abierto en verano y cubierto y calefaccionado en invierno. Así que a modo de teatro romano puede albergar hasta 1200 personas. Aquí se realizan además de obras , filmes durante el Festival de cine de Marrakech, conciertos de la Filarmónica de Marruecos, etc. 

El Valle de Ourika es una de las excursiones más comunes que se puede hacer a pocos km de Marrakech. Cogimos un taxi tras regatear bastante rato y nos fuimos a recorrer parte del curso del río Ourika para luego poder admirar sus cascadas en el pueblo Fatma. Desde aquí se parte para visitar las siete cascadas, de las que sólo vimos dos ya que son éstas las que están ubicadas  en la zona más baja de la montaña, están a una media hora a pie desde el pueblo, siempre subiendo por un camino pedregoso de montaña. Pasamos a ver una casa típica beréber pero que de típica no tiene nada ya que es un montaje turístico, con lo cual, tras un bonito pase de medio día, nos volvimos a Marrakech para proseguir viendo la parte del zoco que no habíamos podido ver en días anteriores.

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