Hacia el sur de Selva Negra

“Colinas extrañamente hermosas, montañas oscuras,  prados luminosos, rocas rojas, cañones pardos, ¡Bajo la sombra de los abetos!”. Con estos cinco versos del poema Schwarzwald (Selva Negra) mostraba Hermann Hesse su lugar de nacimiento.

La densa franja forestal situada en el suroeste alemán, rozando Alsacia, los Vosgos franceses y el Jura suizo, con el Rhin de frontera entre ambos casos, conocida como “Marciana Silva”  en tiempo de los romanos, impresionó a las legiones imperiales tal y como lo había hecho en épocas anteriores a nibelungos, valkirias, dragones, ninfas y muchos más seres que podemos encontrar en la obra de Brian Branston Mitología germánica ilustrada.

La parte sur es la más campestre y montañosa, fachadas con entramado de madera, jamón ahumando, embutidos, cerveza artesanal, la naturaleza en mayusculas. La mitad de la región están ocupada por dos parques naturales, declarados Reserva de la Biosfera por la Unesco.


Era viernes por la tarde y me dirigía a descubrir una Selva negra un poquito diferente a la que ya conocía. Lógicamente las poblaciones que visitaría serían las mismas pero la manera de llegar a ellas sería diferente, ya que tenía la gran suerte de contar con la compañía de mi querido amigo Emilio Rodríguez, experto conocedor de la zona, ya que vive en un bonito pueblo de Suiza a escasos veinte minutos de la que es hoy uno de los  bosques más antiguos de Europa y uno de los los lugares más agrestes de Alemania.

Cruzamos por el pintoresco pueblo Laufenburg que además de ser bonito en sí mismo es diferente, ya que desde la paz de Luneville en la época de Napoleón,  la mitad del pueblo es suizo y la otra mitad alemán. Aunque llevábamos un poco de prisa porque queríamos visitar el interior de la catedral de St. Blasien, paramos en el valle de Höllbach para ver sus cascadas, no tanto por la cantidad del  agua que llevan sino por la diversidad de flora y formaciones rocosas en el valle. Para llegar a esta pequeña localidad cualquiera de las dos carreteras la L153 o la L154 son bonitas y van en su gran mayoría bordeando el río Alb.
Saint Blasien es una pequeña localidad donde está situada la catedral de San Blas,  antigua abadía benedictina fundada a finales del siglo X. Tras su incendio en 1768,  fue reconstruida como un templo circular de estilo neoclásico  con una enorme cúpula siendo la tercera más grande de Europa al norte de los Alpes.  Desde aquí nos dirigimos hacia Todtnau localidad, donde si estás cansado de conducir la moto pero quieres seguir teniendo la adrenalina un poquito alterada puedes continuar viendo la zona desde las alturas en el famoso Hasenhorn Coaster, donde en un trineo sobre raíles a lo largo aproximadamente de tres kilómetros te lo pasaras pipa entre olas, curvas empinadas, giros cerrados  y grandes rotondas donde las emociones estarán a flor de piel. Pero la auténtica joya local es la cascada de Todnau, de noventa y siete metros que forma el río Stübenbach al precipitarse por un contrafuerte de granito.

A lo largo del fin de semana  realizamos una ruta circular, comenzando en Bernau im Schwarzwald con dirección a rodear, ver y disfrutar de dos grandes lagos ubicados en esta zona. El Lago Schluchsee y el Lago Titisee.  El primer lago es mucho menos turístico que el segundo,  la ausencia de gente y el entorno natural, teniendo en cuenta el panorama alpino notable y las icónicas estampas de Schwarzwald aparecen irremediablemente cuando la bruma se entremezcla con los frondosos bosques y la arboleda queda cubierta de niebla. Titisee es un lago de origen glaciar con una superficie de 1,3 km2 y una profundidad media de 20m. La localidad está repleta de gente en época vacacional,  a principios del siglo XX sólo dos granjas rodeaban este lago de aguas oscuras y profundas al que dio nombre el emperador Tito. Hoy cuenta con una gran oferta de hostelería y restauración donde degustar una variedad de cervezas o bien la famosa tarta selva negra y obtener unas bonitas fotografías, pero para mi, las mejores fotos son las que se obtienen desde el camping de la localidad, son realmente mágicas. Jozsef Smetanjuk dueño de un mesón rural dice “ No estamos ante una tarta como la Sacher inventada por una mujer en Viena, la nuestra empezó a elaborarse con licores, mermelada y compota hasta que se mezcló con las cerezas, la nata y el kirsch (…)” Fue en el Cafe Schäfer donde nació este pastel internacionalmente.

A través de pequeñas y reviradas carreteras, nos dirigimos hacia la localidad de Oberried , municipio en el suroeste de Baden-Württemberg, cerca de Friburgo. Un sin fin de ascensos, descensos y bonitas curvas te acompañan por parques y estaciones de esquí hasta la localidad de Horben.


Cada rincón es bonito para parar, cada curva muestra una nueva imagen, algunas hermosas y otras fascinantes, pero me quedo con una donde el color verde admitía todos los matices; en ese banco donde plácidamente contemplaba el paisaje, sin prisa, sin esa ansiedad de tiempos pasados en los que todo me parecía poco para ver; no paraba de visitar y seguir visitando sin tiempos de espera, de contemplación, de escucha,  esos que luego te das cuenta que son los que te alimentan el alma. Igual que a cocinar se aprende cocinando, a viajar se aprende viajando, y esta zona en la que como decía Calderón de la Barca: “El verde es el color principal del mundo, y a partir del cual nace la belleza” es un lugar donde poner en práctica eso de dejar de mirar para empezar a ver.

Era curioso observar como en medio de una  grandiosa arboleda donde había un hueco, cuando el sol penetraba hasta la profundidad de las raíces,  las ramas de los árboles reaparecían como si se quisieran escapar de él, con la fuerza y el color de la naturaleza en su máxima expresión.

Todas las carreteras ofrecen un disfrute diferente, ahora entrábamos a una zona donde apenas la luz se filtraba por las copas más altas de la continua sucesión de árboles, dejando unos pocos rayos de sol calentar a los pocos insectos que encontrabas jugando en la arena. La carretera zigzaguea siguiendo otros cauces fluviales cerrándose  en desfiladeros arbóreos que invitaban a buscar algún gasthof o bauernhof donde reponer fuerzas; pero ir con Emilio significa que disfrutas de la naturaleza hasta el último instante con lo cual, buscábamos siempre fantásticos claros en esos bosques donde nacieron los cuentos de Hadas para realizar nuestras barbacoas. Todos estos bosques son muy utilizados para la realización de películas mágicas como La Bella y la Bestia, Pulgarcito, Blancanieves, Hansel y Gretel, etc.


Seguimos descendiendo dirección Todmoos pasando nuevamente cerca de Todtnau atravesando el Parque Gletscherkessei. Basta con perderse por carreteras secundarias y pueblos recónditos para disfrutar de esta zona que aunque reposa tranquilidad y paz hay muchos tramos de carretera que lo que te invita es a dar gas para disfrutar todavía más de esa fascinación romántica donde los árboles son tan densos y tan altos que casi es de noche a plena luz del día, como decía Wilhelm Hauff en su novela El corazón frío.

La Selva Negra es una experiencia única: viñedos soleados y densos bosques se alternan con paisajes fluviales, barrancos escarpados, amplios valles y 321 encantadores pueblos e idílicas ciudades en el rincón ‘gourmet’ más bello de Alemania” Oficina de Turismo de la Selva Negra.

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