Bosques, prados, arroyos, lagunas, picos montañosos y olor a monte junto a un precioso patrimonio cultural reconocido por la UNESCO es lo que encontramos en el fantástico Valle de Boí situado en la zona axial de Pirineos en la provincia de Lérida.
A lo largo de la bonita L-500 descubrimos pequeños pueblos donde las construcciones de típicas masías catalanas o de bordas, adaptadas al frío de la montañas se dan la mano con auténticas joyas románicas construidas entre los siglos XI y XII.
Situada en el kilómetro uno de dicha carretera, la pequeña población de Castellón de Tor con las ruinas de su castillo, da acceso al valle, conocido anteriormente como Valle de la Noguera del Tour.
Con dirección a Barruera, primer núcleo de población ya encontramos pequeñas iglesias parroquiales como la de Coll que actualmente está cerrada y forma parte del cementerio. Consagrada en el año 1110 perteneció a un monasterio benedictino, siendo declarada Bien de interés cultural en el 1992 y Patrimonio de la Humanidad en el año 2000. Aunque pertenece al conjunto arquitectónico románico del Valle de Boí, es la iglesia que cuenta con más diferencias frente a las demás, comenzando por sus materiales de construcción y finalizando por su planta y puerta de acceso.
En Barruera, la Iglesia de Sant Feliu que bien merece una parada, es un magnífico ejemplo de estilo arquitectónico típico de la zona. Como sucede con el resto de las iglesias de alrededor, está construida en piedra delicadamente tratada, con un alto campanario y en su interior hay valiosas pinturas murales con una gran influencia del románico lombardo proveniente del norte de Italia. En este caso además hay un gran añadido y es que conserva un ábside circular de cada siglo. Bordear la bonita iglesia y caminar río abajo es una de las fantásticas opciones que hay para observar una pequeña presa coronada por un diminuto pueblo adaptándose a la inclinación del terreno. Cardet, debido a su lugar estratégico tuvo en la Edad Media una gran fortificación que vigilaba uno de los accesos al valle. Las vistas aquí son preciosas, ya se pueden observar esas bordas que al igual que en las casas locales, están construidas de muros de piedra con pequeñas ventanas de madera, tejados de doble vertiente cubiertos de pizarra y ese olor a leña que te invita a parar la moto y a desear que el tiempo se detenga.
Desde Barruera sale un camino, donde más vale que no te encuentres a un coche de frente, se puede llegar a Erill La Vall y al resto del valle, pero también se puede acceder más cómodamente por la bonita L-500 donde el paisaje también merece mucho la pena ya que se va accediendo cada vez a la zona frondosa del valle.
En plena montaña de los Cats, y tras unos poquitos kilómetros de curvas se llega a Durro y a su Iglesia de laNativitat de Deu desde donde se puede contemplar una bonita de vistas del valle. Siguiendo por un camino donde los coches no suelen entrar pero sí las motos, se accede a la Ermita de San Quirc desde donde nuevamente las vistas del valle y de la localidad de Barruera son las protagonistas junto con la paz y el sosiego de la zona. Cuenta la leyenda que en tiempos de sequía, los vecinos subían hasta aquí a mojar los pies del santo para obligarle a traer la lluvia. El santo nunca defraudaba, pero una vez un campesino enfadado, porque el agua tardaba en llegar, sumergió la imagen en una acequia y, a las pocas horas, un furioso vendaval estuvo a punto de inundar el valle dejando al ermita aislada del resto de las bellezas de alrededor.
Presenciando la vida social de la localidad de Erill se encuentra la Iglesia de Santa Eulalia, ubicada en medio de la plaza medieval. Tras unas estrechas escaleras se accede al campanario más alto del valle desde donde nuevamente las vistas te dejan sin palabras. El interior de la iglesia cuenta con una réplica de uno de los mejores grupos de esculturas hechas con madera de álamo que escenifican el descendimiento de Cristo, que hoy están situadas en el Museo Nacional de Arte de Cataluña en Barcelona y en el Museo Episcopal de Vic.
Tras cervecita y degustación de embutidos locales ir al Centro del Románico fue una gran elección. El centro es la entidad encargada de la gestión de todo el conjunto arquitectónico del valle, acogiendo no sólo la parte administrativa, sino también es la que proporciona conocimiento a través de la exposición permanente y los materiales de promoción editados los cuales son de gran calidad.
Ver, mirar, observar y aprender más sobre lo que muchos contemplan como “las piedras del románico” me fascina.
Prosiguiendo por el espeso manto de bosques y prados se divisa la localidad de Boí, que actualmente da nombre al valle e integra otra de las bonitas iglesias en el paseo por el románico donde se conservan los mejores elementos arquitectónicos del siglo XII, la iglesia de Sant Joan de Boí. Su interior cuenta con un gran número de pinturas murales escenificando “los justos y pecadores”. Siempre me ha encantado ver los murales de las iglesias y contemplar como las escenas eran realizadas en la antigüedad con fines didácticos.
A pocos kilómetros ascendiendo por una bonita carretera la sonrisa engrandece cuando te encuentras con la famosa Iglesia San Clemente de Taúl, la mas conocida de todas las del Valle y quizá la más estudiada, de hecho pregunta típica de examen de Historia del arte. Con título de Patrimonio de la Humanidad, su torre campanario de seis plantas es fantástica, pero su interior es grandioso, son sin duda los mejores ejemplos del arte románico catalán. El original del Pantocrátor está en el Museo Nacional de arte de Cataluña pero gracias a la proyección de un video mapping se pueden observar las pinturas del ábside mayor. Pero este pequeño pueblo cuenta con otro Patrimonio de la Humanidad ya que en el centro del mismo se ubica la Iglesia de Santa María de Taul que si bonita es de día, delicioso es rodearla al caer la tarde bajo esas luces anaranjadas que dan ese ambiente que parece que estás en la obra del Capitán Alatriste.
A pocos kilómetros también se encuentra a más de 2000 metros de altitud la estación de esquí Boí-Taüll donde la manta blanca de nieve se convierte en grandes praderas verdes cuando comienza la primavera.
Con la retina repleta de románico prosiguiendo por la L-500 se accede a uno de los balnearios con más solera e historia del país, Caldes de Boí, que cuenta con treinta y siete fuentes medicinales situadas entre frondosos jardines, siendo algunas de ellas aguas únicas en el mundo. Su fama le viene desde la antigüedad, ya se decía que Julio César visitaba la zona en busca de las afamadas aguas termales.
Como colofón a la maravillosa L-500 portadora de grandes bellezas, se sitúa una de las entradas al Parque Nacional de Aigüestortes, como dice Turismo de Cataluña “Un paraíso en la tierra”. Simplemente la entrada al parque y la subida a la presa a través de ríos, barrancos, cascadas, embalses es un auténtico regalo para los sentidos. Ya desde aquí se empieza a comprender porque todo el mundo dice que este parque, el único parque nacional de Cataluña, es una de las zonas más espectaculares del Pirineo catalán. Innumerables lagos de origen glaciar, senderos marcados, refugios para pernoctar, bosques, estanques, gran diversidad de especiales animales, etc., se reúnen en este espacio natural protegido.
8 Comments
Con lo difícil que es superarse ..
y tú siempre lo consigues ,crónica y fotos de +10 graciasss.
Mil gracias por tus palabras, me alegro de que te haya gustado, así da gusto seguir escribiendo. Besos
Estupendo reportaje, con muchísimas ganas de conocerlo personalmente. Enhorabuena!!
Mil gracias, tienes que ir porque te encantará el lugar, sin duda es una mezcla de arte y naturaleza que no te dejará indiferente. Besos
Gracias de nuevo gran recorrido por la L 500 una delicia leerte,grandiosa crónica
Mil gracias a ti por leerme y por siempre dedicarme unas palabras que me animan mucho a seguir hablando de sitios que me gustan. Besos
Maravilloso ese Valle, el románico y esa torre de San Clemente de Tahul, mi favorita del románico. Que belleza…
Es una zona maravillosa que realmente me fascina. Mil gracias. Besos