75 aniversario de la nacional dos portuguesa

Lejos de cualquiera de los centros económicos del país, la Nacional dos (en adelante EN2) que celebra este año su setenta y cinco aniversario, esconde una gran cantidad de curvas, subidas, bajadas y en ocasiones un asfalto dificultoso pero que se hace más llevadero con el olor a eucaliptos que se mezclan con otros tipos de árboles y arbustos creando una bonita imagen de colores y olores.  

Bautizada oficialmente en 1945, nace en la norteña Chaves y muere 738 kilómetros después en la sureña Faro, atravesando el Valle del Duero.  Es la única  carretera de Europa que atraviesa un país en toda su extensión, sólo hay dos más en el mundo: la Ruta 66 en Estados Unidos y la Ruta 40 en Argentina. La carretera transcurre por  treinta y cinco municipios repartidos por los once de los dieciocho distritos del país donde se disfruta de cuatro sierras y se atraviesa once ríos. Algunos de sus tramos formaban parte de las ancestrales calzadas romanas que  con el tiempo fueron mejorando y conectando entre sí y hasta finales de siglo XIX, gran parte de lo que ahora es la EN2 ya era Estrada Real. 

Este año la Nacional celebra su 75 aniversario por lo que la Asociación de Municipios de la Ruta de la Ruta Nacional 2 creada en 2016, han considerado poner un Tótem a la entrada de los municipios.

Chaves, la ciudad del agua, está situada sobre un promontorio en el valle del río Támega. La ciudad milenaria, bautizada por el emperador Flavio Vespasiano como “Acquae Flaviae”  por sus manantiales termales, está marcada por sus batallas, de ahí, que los principales atractivos de la ciudad sean sus imponentes fortificaciones y monumentos históricos. De su época romana se preserva el puente de Trajano, realizado en granito y del que hoy se conservan doce de sus dieciocho  arcos de origen, el cual, a veces no es utilizado por lugareños o turistas ya que prefieren atajar por las poldras que son de la misma época (noventa pedruscos colocados en fila a través del cauce del río). También permanecen de la misma época las termas descubiertas en el 2.006 ubicadas en el Largo do  Arrabalde, las cuales, son Monumento Nacional desde el año 2012. El centro neurálgico de la localidad se encuentra en la plaza de Camoes y en sus inmediaciones se sitúan lugares emblemáticos como el ayuntamiento o el castillo, también Monumento Nacional pero del cual sólo permanecen restos de murallas y su torre del Homenaje que hoy alberga el Museo Militar. Además, encontramos el pazo de los Duques de Bragança, la iglesia de la Misericordia, el Museo de Arte Sacro, la iglesia de Santa María Maior, la capilla de Nuestra Señora de Loreto o el Pelouriño de la ciudad.

Al lado del kilómetro cero de la ciudad, encontramos un bar y una tienda donde poder adquirir camisetas, pegatinas, etc., además de poder poner el sello al denominado Pasaporte que mucha gente adquiere en las oficinas de turismo y que van sellando en cada uno de los municipios por los que atraviesa la carretera.

Saliendo de la reclamada ciudad, que junto con la ciudad española Verín forman la Eurociudad hispanolusa, atravesamos una zona llena de bosques y llegamos a la histórica villa termal de Vidago, conocida como “El Vichy de Portugal” donde se puede disfrutar de grandes jardines,  fuentes termales y beber un agua que menos buena está de cualquier manera. Además de encontrar la antigua estación de tren, hoy balneario pedagógico, podemos ver el Vidago Palace, gran hotel que se sitúa  en medio de un bosque salpicado de aguas termales y del que se dice que tiene tantas ventanas como días tiene el año. Continuamos hacia Pedras Salgadas  donde los edificios de esta pequeña estación termal conservan el estilo de la Belle Epoque.

 “Por todo el conjunto de bellezas naturales, importancia terapéutica y magnificencia de artificios, debe de ser considerada, la más bella estación termal portuguesa”

Dejando atrás el río Támega y sus aguas termales, la carretera se adentra cada vez más en un paisaje escarpado y montañoso hasta llegar a Vila Pouca de Aguilar ubicada en un valle y donde destaca sobre una peña granítica el castillo De Pena declarado Monumento Nacional en 1982.

La EN2 avanza por grandes vegas, cultivos, pinares y eucaliptos y así tras cruzar pequeños pueblos  se llega a Vila Real situada en el centro de la campiña del río Corgo que cruza con el río Cabril y  enmarcada  por las sierras de Alvaro y Marao es hoy un importante centro económico y político de la provincia de Trás-os-Montes. Su larga y ancha avenida de Carvalho Araujo acoge edificios emblemáticos de la ciudad, entre otros su gótica catedral, el Museo etnográfico o el propio ayuntamiento. Entre sus rincones más fotografiados encontramos la fachada de la capilla Nueva, también conocida como la iglesia de los Clérigos, templo cristiano de estilo barroco construido en el siglo XVII. Pero si hay un lugar frecuentado por los turistas ese es la Casa de Mateus, conocida por las botellas de Mateus Rosé.  El palacio, el cual se encuentra a unos tres  kilómetros y medio de la localidad,  data del siglo XVIII y es reconocido como uno de los ejemplos de arquitectura civil barroca del país, donde se pueden examinar joyas literarias como por ejemplo: una de las primeras ediciones ilustradas de Os Lusíadas de Luís Vaz de Caomens, el poema épico más importante del país. 

La carretera prosigue por el alto Duero vinícola, un paisaje único reconocido como Patrimonio mundial por la UNESCO y donde hay veces que el GPS te juega malas pasadas sacándote de la carretera y costando un poco volver a ubicarte en ella. Se atraviesan localidades como  Santa Marta de Penaguiao o Peso de Regua,  donde se encuentra la Real Compañía de Agricultura de las Viñas del Duero que estableció la primera región con denominación de origen de producción de vino de todo el mundo.  Bien merece la pena un desvío a miradores tales como el de San Leonardo de Galafura o San Antonio do Loureiro desde donde se puede disfrutar de vistas de serpenteantes carreteras a través de viñedos y observar  al gran río Duero que desde este punto ya es navegable hasta desembocar en Vila Nova de Gaia. No faltan cruceros de turistas, barcos de mercancías y algún antiguo rabelo (barcos de vela tradicionales en los que se transportaban mercancías , fundamentalmente vino de Oporto).

Lamego, conocida como la joya portuguesa por ser la localidad con mayor concentración de monumentos históricos por metros cuadrado del país; posee la gran iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, reconocida por la monumental escalera diseñada por Nicolau Nason  que asciende en zigzag a ella. Con más de seiscientos cincuenta escalones y decorada con escenas en azulejos azules y blancos, fuentes y estatuas  la convierten en una de las mejores obras rococó del país. Si no se quiere subir andando siempre está la opción de una carreterita, por supuesto con adoquines para no perder la costumbre en este país, que la rodea y te guía hasta la puerta de la misma.  Igualmente se  puede visitar el museo de la ciudad,  situado en un palacio del siglo XVIII, asícomo recorrer su centro histórico donde destaca la catedral de Nuestra señora de la Asunción y un pequeño castillo rodeado de casas de piedra.

La ruta continua hacia el distrito de Viseu por unas bonitas carreteras dentro de un sistema montañoso y un accidentado relieve con abundantes ríos y riachuelos consiguiendo árboles que poseen un verde musgo en sus troncos. Se atraviesa Castro Daire y San Pedro de Sul antes de llegar a la capital, Viseu, la cual se encuentra en un cruce de  calzadas romanas. No hay que perderse su Plaza de la República donde se encuentra el Ayuntamiento, casas del siglo XVI, el museo de la Historia, su gran Catedral o la Iglesia de la Misericordia y por supuesto subir a disfrutar de unas maravillosas vistas de la Cava de Viriato.

Continuando por Tondela, por una aburridísima carretera se pasa por pueblos como por ejemplo Mortágua,  Penacova, Gois y por un sitio que me encantó en el pueblo de Pedrógao Grande que es la presa de Cambril, situada en un valle cubierto de eucaliptos y pinos negrales, por donde discurre el río Zêzere que tiene una bonita vista sobre sus verdes árboles.

Una vez que se llaga a Vila del Rey recomiendo abandonar la nacional 2 por donde te lleva el GPS ya que parece más una autovía que cualquier otra cosa y coger la antigua nacional dos que merece mucho la pena hasta Abrantes, para pasar por el maravilloso mirador de Penedo Furado, Sao Domingos, Andreus y Sardol.

Prosiguiendo hacia esta región definida por Miguel Torga como “el aliento”  y atravesando localidades como  Ponte de Sor, Avis, Mora o Coruche   se llega al kilómetro quinientos  ubicado a unos veinte km antes de llegar a Montemor-o-Novo donde se encuentra el  famoso Bar O´Ciborro y en frente, junto al mojón que marca la numeración del kilómetro,  un gran panel donde los amantes de la carretera van dejando sus firmas o pegatinas del paso por el mismo. La carretera transcurre por caminos interminables y planos donde los colores van del amarillo al marrón, sin dejar hueco al verde. A diferencia de la variedad del paisaje del norte, en esta zona es donde lo anecdótico pasa desapercibido frente a lo infinito. 

“El Alentejo es lo máximo y lo mínimo a que podemos aspirar: el descampado de un sueño infinito y la realidad de un suelo exhausto” Miguel Torga

Montemor-o-Novo reconquistada en 1160 a los moros y repoblada por D. Sancho I en el 1201 conserva hoy en lo alto de la misma su gran castillo al que se puede acceder por la Puerta de la Villa y desde donde se pueden ver las ruinas de lo que fue el antiguo palacio residencia de reyes y el casco a los pies del mismo.

Continuando por algunos pueblos ubicados en bonitas zonas del Alentejo, como la coqueta Viana donde su castillo ocupa el centro de la villa y desde donde se divisa el resto de los edificios religiosos y construcciones más relevantes,  o Ferreira donde se puede observar su curiosa capilla del Calvario de forma circular y cuyas piedras salientes evocan el sufrimiento de Cristo,  se atraviesa Aljustrel, Castro Verde o Almodovar . São Brás de Alportel, declarada  patrimonio nacional con sus típicas fachadas azuladas, es la antesala al final de la ruta en la capital del Algarve, donde ya huele a mar. Conducir el  último tramo de la mítica carretera sin duda es un regalo para los sentidos, curvas, curvas y más curvas avanzan dejando atrás los últimos mojones de la carretera que forma la columna vertebral del país.

«Al ingerir el paisaje absorbemos parte de la vida» Réné Redzepi

Faro,  aunque es una ciudad que cuenta en su mayoría con gran cantidad de edificios administrativos, si se adentra a su casco antiguo por el neoclásico arco de la Villa se descubre un conjunto de calles y plazas empedradas con lugares interesantes como su Museo municipal que alberga restos arqueológicos, su gótica catedral ocupada anteriormente por una mezquita o iglesias como la de San Francisco. Fuera de sus murallas además de poder observar el teatro Lethes o la iglesia de san Pedro, se pueden obtener bonitas vistas desde el jardín de Manuel Bivar de la ría Formosa,  sin olvidar que también a las afueras, en el camping a un par de kilómetros de la playa,  está la zona donde cada año en el mes de julio se realiza  la gran concentración motera que esperemos que el año que viene podamos disfrutar. 

Tras recorrer la mítica carretera debo de reconocer que tanto el principio y fin de la misma me han gustado, pero el tramo del centro me parece una poco aburrido ya que lo que te encuentras son grandes rectas donde lo único que puedes ver son encinas, alcornoques y demás árboles y alguna cosa interesante en algunas de sus villas, pero ese tramo me parece totalmente prescindible pudiendo recorrer lo que es la Villa del Duero a través de su Nacional 222 y su Nacional 108 del que ya hablaré en otro post que ese sí que para mí merece mucho la pena.

6 Comentarios

    • Gema de los Reyes Contestar

      Mil gracias a ti por leerlo, espero que te guste la zona. Diviértete mucho. Besos

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