Estambul, entre oriente y occidente…

Estambul situada entre dos mares, Mar de Mármara y Mar Negro; entre dos continentes, Europa y Asia; y entre dos mundos, tradicional y moderno hace que sea una ciudad única, mágica y que desde luego a mi me encante. La última vez que estuve nos alojamos en el hotel Sultan Mehmed Hotel a 300 metros de la Mezquita Azul, me gusta estar en el centro de las ciudades y poder ir andando a la mayoría de los sitios, pero en el caso de Estambul más todavía, ya que la zona que realmente me gusta es la de Sulthanamed y para mi alojarme ahí es fundamental. Nada más llegar noté lo que había cambiado la ciudad, pese a que sigue siendo una ciudad maravillosa, con tanto turismo, tantos adelantos y tanto de todo ha perdido un poco esa magia, ese auténtico sabor de extremo oriente, aún así es una ciudad que me tiene cautivada.

«Estambul,  demasiado oriental para ser europea y excesivamente occidental para ser asiática».

Comenzamos el día en el precioso palacio de Topkapi del siglo XVI, dividido en varios pabellones con diferentes patios que vayas a la hora que vayas siempre están repletos de gente ; al principio fue utilizado como Sede de Gobierno y luego habitado por los sultanes hasta el 1853 cuando se trasladaron al palacio de Dolmabahce. La visita al palacio es impresionante, se accede a él por la Puerta del Saludo, y a partir de ahí encontramos el Salón del trono, las cocinas, exposiciones de trajes imperiales, el tesoro, la biblioteca (en ninguna de las ocaciones que he estado la he podido visitar), los patios, el pabellón de Bagdad, etc, pero si hay algo que entusiasma y despierta el interés de todo el mundo es el harén, de hecho se tiene que acceder con una segunda entrada. Harén en árabe significa “prohibido”, era la residencia de las esposas, concubinas e hijos de los sultanes, custodiado por esclavos eunucos negros; el sultán y sus hijos eran los únicos hombres que podían acceder a él. Está formado por un laberinto de brillantes estancias y pasillos cubiertos de azulejos; dentro de todas las estancias las dos que más me gustan son los llamados “Pabellones gemelos” decorados con azulejos de Iznik y el Comedor de Ahmet III con unos frescos de flores y frutas impresionantes.

 

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A la salida de Topkapy nos dirigimos al museo arqueológico, para mi lo más interesante es toda esa parte de piezas del mundo clásico, y algo que me encanta es la tablilla del Tratado de Kadesh, es el tratado de paz más antiguo del mundo firmado entre egipcios e hititas. Cerca del museo está la iglesia de Santa Irene, considerada como el lugar más antiguo de culto cristiano con una acústica insuperable, habitualmente se organizan conciertos de música, opera, etc., una vez fui a un concierto de piano y la verdad es que me dejó asombrada, realmente espectacular. Por los alrededores de esta zona se pueden ver lugares tales como la Puerta Sublime, la Ceca imperial, el Parque Gülhane y los famosos baños de Cagaloglu en los cuales no he estado,  pero la primera vez que estuve en la ciudad fui a uno que me recomendó un chico turco que había estudiado conmigo y su familia vivía en Estambul y fue toda una experiencia, pena que hayan desparecido porque sin duda hubiera vuelto; ¡un hammman auténtico!

Recuerdo que entré en los baños y una señora me dio una bolsita de plástico para que dejara mi ropa y mi bolso, y así no lo juntara con el resto de las ropas que había en una pequeña sala, accedí a una minisala donde hacia un calor espantoso, había dos mujeres sentadas alrededor de una fuente tomando un te, no se como podían soportarlo, ahí me empezaron a enjabonar, según ella con un guante de crim, yo creo que era más una lija, porque recuerdo que arañaba una barbaridad, y me contaba que era para quitarme la piel muerta, pues bien, debía estar muerta hacia años porque era increíble la cantidad de cosas que salían, parecía que no te habías duchado en la vida; las dos mujeres que estaban sentadas al lado se reían de verme la cara, pero de verdad, de agradable nada de nada, salvo el momento que cogía agua de la fuente y me la echaba por encima.

Me decían que no me asustara que eso le pasaba a todo el mundo, pero yo pensaba ¡está claro, los exfoliantes de la piel que utilizamos habitualmente no sirven para nada! De ahí pasé a otra sala donde había una especie de piscina, por llamarlo de alguna manera, de agua templada, había tres mujeres muy mayores hablando de las que no conseguí entender ni una sola palabra, aún así eso sí fue agradable hasta que vino a buscarme la chica y me pasó a otro espacio pero ahora de agua fría, en el cual yo no podía ni meter un pie; la chica cada vez que pasaba por allí y me veía fuera me regañaba y acabó diciéndome que si no entraba en el agua el proceso no podría finalizar, así que se sentó allí conmigo y me dijo “hasta que no te metas no seguimos” así que sin pensarlo entré y salí en décimas de segundo ya que estaba deseando llegar a la parte del masajito. Me pasó a una sala donde me tumbó sobre una piedra de mármol que estaba también congelada, y se puso a calentar aceites para darme un masaje, allí pensé ufff qué bien, ha llegado el momento de la relajación, pero no, al menos en un primer momento. Al principio el masaje de relajante no tenía nada o a mi no me lo parecía, eso era más una paliza que cualquier otra cosa, luego es cierto que según pasaba el tiempo, no se si me había acostumbrado a su fuerza o es que ya sí que era relajante, pero la verdad es que ahí lo disfruté muchísimo, todavía recuerdo esos olores a aceite de sándalo que tanto me gustan, aromas de cítricos en el aceite que me echaron en el pelo, creo que fue aquel momento donde mi gusto por los aceites esenciales pasó a convertirse en pasión.

Cerca de Topkapi pero ya entre la zona del Barrio del bazar y el Cuerno de oro está la estación de Sirkeci, que fue el destino final del histórico Orient Express que realizó su primer viaje de París a Estambul en 1889, por supuesto no pude dejar de ir a tomar un te a ese café que tantas veces me he imaginado a través de “Asesinato en el Orient Express” de Agatha Christie.

La zona de Sultanahmet, es quizá la zona más conocida de Estambul por sus dos grandes obras de arte enfrentadas una contra otra, la Mezquita azul y Santa Sofia. Sentarte en uno de esos bancos que están en medio de ambos edificios y mirar a los lados realmente es un regalo para los sentidos. Santa Sofia es una verdadera joya arquitectónica después de ser iglesia, mezquita, haberse quemado, haber soportado terremotos, y aún así se levanta majestuosa la mires por donde la mires. De este verdadero museo me gusta todo, esa nave cubierta por esa impresionante cúpula, los mosaicos bizantinos que están al fondo de la galería meridional, los azulejos de los mausoleos, vamos realmente merece la pena ver cada rincón de este lugar; la última vez que fui por fin la ví sin andamios y desde luego es impresionante ver esos tondos de madera con inscripciones caligráficas situados a la altura de la galería, adoro subir a esas galerías y fotografiar ese verdadero museo.

La mezquita azul es otro lugar que me fascina, fue la primera mezquita que vi y me dejó no solo impresionada sino cautivada. Me decepcionó ver como en la actualidad no te dejan moverte libremente por ella, la tienes que ver detrás de unas vallas y no me inspiró el mismo sentimiento, así que prefiero recordar aquel silencio sepulcral, aquella paz que no había sentido nunca en ningún lugar la primera vez que entré en ese majestuoso espacio decorado con espléndidos azulejos traídos directamente de Iznif, tumbarte sobre esas preciosas alfombras y admirar sus cúpulas y bóvedas semicirculares que están pintadas con maravillosos arabesco sinuosos, fue una delicia, uno de esos momentos que no puedes dejar pasar, que tienes que disfrutar y desde luego no olvidaré jamás.

Saliendo por la puerta que da la zona conocida como Hipódromo, aunque poco queda de él, salvo la Columna Serpentina, la de Constantino y el Obelisco egipcio, podemos acceder a poca distancia a las más que conocida Cisterna de la Basílica,  conocida popularmente como «el palacio sumergido».  Cuando llegas a su entrada nunca puedes imaginar lo que te vas a encontrar dentro. Pasear entre las columnas de una enorme cisterna, con música clásica de fondo, y tomarte un te en las mesitas del único café que hay en su interior después de haber fotografiado las dos columnas sobre basas con cabeza de Medusa que están situadas en el extremo izquierdo de la cisterna, no tiene precio. Si me preguntaran por uno de mis lugares favoritos de Estambul sin duda diría éste.
En este área además encontramos varios museos como el de las alfombras, el de artesanía, etc., el bazar Cavalry que aunque tiene unas tiendecitas preciosas tiene unos precios elevadísimos, así que si nos encaprichamos con algo de ese bazar, recomiendo salir de él y bajar por la calle que hay justo en frente donde hay numerosas tiendas y muchas veces tienen los mismos artículos, pero a precios muy inferiores y ya que se está por esa zona no hay que perderse unas casitas de colores que aunque no pegan mucho en la ciudad son una auténtica monada.

El atardecer en Estambul es realmente un espectáculo, hay muchos lugares desde donde se pueden observar maravillosas vistas, pero en esta zona hay una terraza que me encanta, está ubicada en el hotel boutique Eresin Crown. Este precioso hotel contiene restos de murallas, mosaicos, columnas de tiempos pasados, con una pequeña terraza llamada Mosaico que da al mar Mármara que es una gozada, al estar alejada de los sitios de moda, es muy tranquila, una auténtica delicia para picar algo y deleitarse de esas vistas cuando el sol se esconde.
Otra zona que me gusta mucho es el barrio del bazar, todas esas calles repletas de talleres artesanales que van desde el Gran Bazar al puente Gálata; es increíble ver el movimiento existente en esas calles, carros, coches, camiones etc., llenos de grandes cajas repletas de diferentes mercancías. En esta zona está la preciosa Mezquita Nueva, importante para las mujeres por su tradición histórica y con fantásticos azulejos de Iznik. Al lado encontramos el famoso bazar de las especias, también conocido como bazar egipcio , por las tardes es imposible transitar por él, así que para comprar los maravillosos aceites esenciales y disfrutar de oler y tocar las especies o frutos secos, nada mejor que ir a primera hora de la mañana cuando el resto de la gente están realizando las visitas culturales.

Pero sin duda lo más destacado de esta zona es el gran Bazar, antiguo mercado cubierto creado por Mehmet el Conquistador. Al principio eran callecitas techadas pero después se sustituyeron por pasillos abovedados con arcos y columnas. Todavía se puede ver como algunas zonas están ordenadas por gremios, como las joyerías, tiendas de alfombras y artículos de cuero. Muy cerca de esta zona, se encuentra el zoco de los libreros, este ya está al aire libre, es un lugar que me encanta y donde se pueden encontrar libros y curiosas reproducciones de miniaturas a muy buen precio.

Después de realizar algunas compras y de que te vuelvan loca los amabilísimos comerciantes que como buenos vendedores te embaucan con sus palabras y miradas para que les compres algún artículo que a priori te multiplican el precio por lo menos por cuatro, que mejor que ir a tomar un te a la Plaza Beyazit, lugar repleto de cafés y terrazas tras comer en el restaurante Aslam que se encuentra situado en una primera planta de un edificio que está a dos pasos de la entrada principal del Gran Bazar, Nuruosmaniye, en la calle Vezirhan. Es un lugar muy auténtico donde comen muchos de los vendedores del Bazar, como la cocina está a la vista, me encanta ir y ver qué están cocinando y así elegir qué comer; no hay una carta convencional, sino que cada día te ofrecen varios platos, los platos relacionados con berenjenas con realmente espectaculares.
En esta plaza, donde se suelen celebrar conciertos los meses de verano, se encuentra la bonita Mezquita Beyazit  construida entre 1501 y 1506. Fue edificada siguiendo el esquema de la iglesia Hagia Sofia y cuenta con una cúpula central sostenida por cuatro pilares y dos naves laterales más pequeñas, con columnas de granito y jaspe en las que se apoyan los arcos apuntados. 
Y al lado de esta plaza se encuentra un sitio que me gusta muchísimo, el Museo de la Caligrafía Turca, que ocupa el espacio de la antigua madrassa de la mezquita exponiendo una interesante muestra del arte caligráfico turco así como piezas relacionadas con esta actividad. A pocos metros nos encontramos la Universidad y detrás de ella la conocidísima y tantas veces fotografiada Mezquita de Solimán (Suleymaniye).  Construída sobre el solar de un antiguo palacio bizantino, esta se sitúa en lo alto de una colina, así que las vistas por ejemplo desde la Torre Galata de este magnífico edificio son impresionantes.

El patio de la mezquita de Suleymaniye alberga, entre otros edificios, las tumbas de Solimán y su mujer Roxelana. Cuenta con una cúpula de 53 metros de altura que se enmarca en un cuadrado, lo que simboliza la unión del cielo y la tierra. Las ventanas inundan el interior de luz, que realzan la belleza de los azulejos de Iznik que recubren el interior.

Muy cerca de la Mezquita de Soleimán se encuentra el Parque de Saraçhane, con el Acueducto de Valente y la Sehzade Camii, construida por orden de Solimán el Magnífico para honrar la figura de su hijo Mehmet. Esta mezquita poco conocida es preciosa, destaca su interior, despejado gracias al uso de cuatro medias cúpulas y otros tantos pilares para soportar la gran cúpula central. La decoración caligráfica es otra de las características de este edificio.
Más allá del Bulevar de Ataturk se extiende el barrio de Faith. Este es un barrio sorprendente si vienes dese Sulthanamet ya que aquí si se respira ese aire mulsumán , quizá sea el sitio donde por ejemplo más mujeres con burka he visto. Aquí encontramos la Mezquita Faith Camii y el Fethiye Camii mezquita que ocupa el edificio de la antigua iglesia bizantina de Theokos Pammakaristos que exhibe unos magníficos mosaicos bizantinos. Más al norte de este barrio encontramos la Iglesia de San Salvador en Chora. El edificio data del siglo XI y, pese a que tras la caída de Constantinopla fue convertido en mezquita, posee unos mosaicos maravillosamente conservados ya que éstos  fueron tapados con yeso por temas religiosos, y eso hizo que permanecieran muy bien en el tiempo.
Cuando se acerca la caída del sol, nada mejor que dirigirse al puente de Galata y ascender a la torre que lleva el mismo nombre, ese atardecer reflejando el dorado de las cúpulas de las mezquitas en el agua, hace que entrante de agua se tiña de un dorado brillante y de ahí el nombre de Cuerno de oro. Antiguamente se decía que los bizantinos arrojaron tantísimos tesoros a las aguas que éstas tenían destellos de oro. La torre, de sesenta metros de altura, fue construida en un primer momento en el siglo VI para que sirviera de faro a los navíos que se aproximaban al Bósforo, pero en el siglo XIV fue reconstruida por los genoveses para que sirviera de atalaya. Como los balconcillos suelen estar llenos de gente, aprovecho a tomar algo en el bar junto a una ventana y así disfrutad de unas vistas espectaculares.

Beyoglu es el barrio comercial que se encuentra en la zona europea, su calle principal es la peatonal Istiklal Caddesi donde se encuentra la gran zona comercial, además del precioso Monasterio de Mevlevi, el mercado de galatasaray,  el famoso Hotel Pera Palace donde se alojaban los pasajeros del Orient Express, mezquitas como la de Yeralti o la de Azap Kapi, etc., hasta llegar a la Plaza Taksim. A mi esta zona la verdad es que me gusta menos, es demasiado europea. Lo que si me gusta son varios  restaurantes u hoteles con preciosas vistas como por ejemplo Restaurante 360º en la calle Istiklal, la terraza “City Lights” , situada en el último piso del Hotel Intercontinental, o la del restaurante Raika ubicada en el Hotel Marmara Taksim. Pero la que más me gusta de todas es la terraza del restaurante Ajia que se extiende en dos alturas sobre las aguas del Bósforo.

El  Estrecho del Bósforo sirve de enlace entre el Mar Mármara y el Mar Negro además de  separar las dos partes de la misma ciudad, en parte  asiática y parte europea. Hacer un recorrido por este estrecho es una de las cosas más bonitas que se puede hacer en Estambul. Como dice Pamuk:

» Pasear por el Bósforo en vapor, en motora, o como hacia en mi niñez, en barca, te proporciona el placer de atisbar Estambul casa por casa y barrio por barrio, y de ver a lo lejos una figura fantasmagórica eternamente cambiante»

El recorrido lo he hecho en el ferry que va parando por los pueblos hasta llegar a Rumeli Kavagi que es el último pueblo antes de que el Bósforo se una con  el Mar Negro, y también en otra ocasión lo hice en un barquito privado por aquello de ir más cómodos y desde luego que lo fuimos, pero luego al final también me encontré con una situación desagradable ya que al final del paseo cuando fuimos a pagarle nos dijo que le pagáramos más de lo que habíamos convenido, le dijimos que eso no era el precio y nos enseñó una pistola que llevaba en el pantalón, la verdad, no se si era de verdad o de mentira pero como no tenía ningún interés en comprobarlo y la diferencia de dinero no era mucha, se lo pagamos y nos fuimos tranquilamente.
Los transbordadores sales del Puerto de Eminönü, y desde ese momento en un verdadero placer observar y admirar la cantidad de palacios, mezquitas, mansiones, etc., que se ven a ambos lados. El primer palacio que no me quise perder es el Palacio Dolmabahce, donde se puede observar la maravillosa escalera de cristal, el harén, el Salón de ceremonias, etc.,  según se avanza en el transbordador se puede ver también el Palacio de Beylerbeyi en el lado asiático, la mezquita de Meccidiye, mezquita barroca construida durante el siglo XVIII, que está casi en la parada que asoma al barrio Ortakoy, barrio bohemio situado en el distrito de Besiktas, al lado del primer puente colgante del Bósforo, en la orilla europea. Este barrio es menos turístico que otras zonas de Estambul y ahí es donde radica su especial encanto. Durante el fin de semana  realizan bonitos mercadillos por algunas de sus calles. Hay dos sitios que me encantan  uno el Hotel Ciragan Palace, espectacular decoración, tomar un te en una de sus terrazas es un verdadero placer,  el otro es una mansión otomana junto al Bósforo,  de tres pisos que tiene diferente música en cada una de ellas, pero lo que me gusta no son esas plantas, si no,   su terraza, tiene unas vistas preciosas al atardecer.

Según se llega a la mitad del trayecto se pueden ver preciosos pueblos como Kanlica, Yenikoy, el Palacio de Jedive, la fortaleza de Europa, para finalizar en los pueblos de Beykoz, Anadolu Kavagi o a la Bahía de Tarayba donde hay numerosos restaurantes donde se come un pescado estupendo. De esta zona me encanta el Museo Sadberk ubicado en dos yalis ( Preciosas villas a orillas del Bósforo, fueron construidas principalmente en e siglo XVII y utilizadas como residencias de verano por las distinguidas familias de Estambul. Aunque tienen diferentes estructuras, la mayoría de ellos están creados sobre una planta. Los primeros fueron creados de madera y pintados de rojo y luego se fueron suavizando los colores hasta pintarse en colores pasteles) y que contiene artesanía de la época romana, griega y otomana.

Sin duda Estambul es de esas ciudades que mires donde mires, vayas donde vayas cautiva, para mi siempre es un destino donde volver y recorrer sus calles sintiendo esos olores a especias y aceites mientras que escuchas esas llamadas a oración que te dejan sin habla.

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