Java, isla de tradiciones y riqueza cultural…

Desde la salida del aeropuerto no paraba de ver talleres de motos a ambos lados de la carretera;  ya se podía apreciar que era la “ciudad de las motos” , las cuales, al llegar a la calle Malioboro, se mezclaban con carros tirados por caballos, coches, taxis, tuc tuc,, donde todos juntos y revueltos  intentaban ser los primeros en llegar al visitante para ofrecerles su servicio. Esta calle es la arteria principal de la ciudad, una gran calle comercial llena de gente, tiendas, restaurantes, mercadillos etc.,  desde donde salen varias calles llenas de agencias de viajes, hoteles, puestos de comidas; una ciudad llena de desorden pero con cierto orden.
Nos dejamos llevar por las pequeñas callejuelas de alrededor tras un gran zumo de papaya natural. Paseamos sin rumbo fijo, quería dejarme sorprender por la “cara bonita y divertida de Java”, y aunque es verdad que cuanto más viajas menos te sorprenden los lugares, también es cierto que siempre consigues encontrar cosas distintas;  adoro Asia, sus paisajes, sus ciudades , sus calles y sobre todo sus gentes,  esas que sin tener grandes cosas, son felices, sólo piensan en el  día a día, para ellos el futuro es sólo una ilusión, un invento creado por la mente de algo que aún no existe, y eso me lo trasladaron desde la primera vez que estuve en ese continente… no se que me da Asia, pero lo que sí se, es que cada vez que voy más me gusta y a mi vuelta siempre estoy deseando volver.

Avanzamos hasta llegar a la zona del palacio, el cual, visitaríamos al día siguiente, paramos a tomar una coca cola en un bar regentado por una mujer llamada Serlan Corner, y pese a que no lo parecía era española;  era un bar acogedor, en él se organizaban cursos de cocina, enseñaban español y había una gran galería de fotos de lugares del sudeste asiático realizadas por turistas. Le pregunté dónde podría comprar un batik y me mandó a una escuela que había muy cerca de nuestro hotel, donde eran de buena calidad  y realizados por lugareños que han estudiado en la facultad o están en el último año de misma, así que allí fui en busca de mi deseada tela pintada a mano. En la galería había dos personas rellenando de vivos colores una figuras de animales sobre un fino tejido de seda , nos dieron una fantástica explicación de cómo se consiguen esas preciosidades que a mi tanto me gustan. Batik es una de las «técnicas de teñido por reserva” que se utiliza para colorear tejidos, algodón o seda,  y consiste en aplicar capas de cera caliente, tantas veces como se desee, permitiendo sobreponer colores, y así lograr con ello una muy rica variedad de matices de los mismos.

La tienda era para perder el gusto. Según el diseño,  tamaño y tipo de tejido así era su precio,  tenían batik realizados tanto por los alumnos de la facultad como por artistas consagrados, al final iba en busca de uno y me compré tres. Coincidimos allí con una joven pareja vietnamita con la que nos reímos muchísimo, el chico no paraba de decirle a su mujer que eran trozos de telas y que tanto ella como yo nos empeñábamos en verlo como obras de arte, nos reímos tanto con ellos que acabamos de cervecitas juntos.
Paseamos por pequeñas tiendecitas donde encontramos preciosas piezas de artesanía  mezcladas con esos souvenirs que tanta manía les tengo y jamás paro a mirar,  así llegamos hasta el paso a nivel del tren; unos esperaban cantando al son de la música de sus cascos, otros cargados con las compras del día, mujeres con verdaderas caras de agotamiento que portaban en sus brazos un bebe y llevaban otro de la mano,  parejas que aprovechaban cualquier momento para demostrarse su amor, y otros como yo observaban  a la gente, fotografiándoles, intentando no perder nada de aquella escena que pese a que  la podemos ver en muchos otros lugares, allí era diferente, una gran aglomeración de personas juntas esperando el paso del tren, Yoyagkarta es una ciudad súper poblada, de hecho dicen que Java es la isla más poblada del mundo.
Se nos pasó la tarde de aquí para allá, hasta el momento de probar el famoso, Gudeg que consiste en un guiso de caballo (nangka) con azúcar de palma, leche de coco, carne, ajo y especias, está bueno pero para mí excesivamente dulce. La comida de Indonesia se basa en arroz de grano largo, fideos acompañados de ternera o pollo, prácticamente no hay cerdo ya que la mayoría de la gente es musulmana. Se utilizan muchas especias y en la mayoría de los platos está presente la soja en cualquiera de sus variantes. Los platos típicos son, el Lumpia (Especie de rollo de primavera y fideos de soja), el Bakmi goreng (fideos de trigo fritos con verduras y salsa de soja), la Sopa buntut hecha con rabo de ternera y verduras, etc.
Pasear por Yogya al amanecer es una auténtica delicia, parece una ciudad diferente, la agitada  plaza de  Alun Alun Kidul en donde la noche anterior se desplegaba un show de carritos luminosos a pedal, ahora estaba desértica. Llegamos al Kraton, palacio que no está detenido en el tiempo ya que actualmente vive allí el Sultán de Yogya. La zona de los alrededores convertida hoy en un barrio muy artístico con muchos curiosos mercados, eran antiguamente los jardines del propio palacio. La visita al Kraton fue guiada, entraba con la entrada de acceso, la hicimos con una mujer de unos cincuenta años que era profesora de lengua española en la ciudad.

La visita atraviesa patios, jardines,  estancias con mobiliario antiguo, vestidos de épocas anteriores, etc. Me encantó la sala donde estaba el gamelán, agrupación musical tradicional de Indonesia, caracterizado por instrumentos como metalófonos, xilófonos, membranófonos, gongs, flautas de bambú, e instrumentos de cuerda frotada y cuerda pulsada.
Proseguimos hacia el conocido Castillo del agua, enorme complejo de descanso y relajación que utilizaba el Sultán,  actualmente en  ruinas, en su interior nos encontramos infinidad de laberintos de agujeros subterráneos de agua, cámaras secretas, jardines y piscinas, pero si chulas me parecieron las ruinas más chulos me parecieron los aledaños a las mismas, sus casas bajas pintadas de diferentes colores,  patios llenos de macetas descolocadas, pequeños aparcamientos de motos improvisados en esas callejuelas llenas de mochileros y montón de pequeños warungs (cantinas o pequeños restaurantes) donde te sirves la cantidad de comida que tu quieras y pagas por porciones de carne, pescado o pollo, vamos, realmente te cobran lo que quieren pero lo cierto es que la comida está buena y es muy barata.

Accedimos al mercado de los pájaros, a un  teatro en la calle donde había un grupo de chicos que estaban haciendo una obra de teatro, no entendíamos absolutamente nada pero allí nos quedamos, pasando todo el calor del mundo y más.

Para recoger las bicis que habíamos alquilado para recorrer las aldeas de alrededor, cogimos el bus. En la ciudad hay dos tipos de autobuses, los normales que son los que cogen los turistas y otros  que recorren las mismas calles pero que están completamente destrozados y que sólo los cogen los locales, y por supuesto nosotros. Cuando llegó a la parada la gente nos decía que no lo cogiéramos, que eran muy incómodos, hacia mucho calor y eran muy sucios, pero como era natural no hicimos caso; todo lo que habían dicho era verdad, pero me encantó montarme en ese bus con los lugareños, con ese revisor que no paraba de fumar y con el que nos reímos muchísimo diciéndonos que éramos muy raros y que por eso no nos iba  ni a cobrar.

Puede que el hombre llevara razón, pero nos gusta ver sus verdaderas vidas y esas eran reales. Como estábamos lejos nos dio tiempo a hablar bastante tiempo con él, nos contó cosas de las ciudad y desvió el bus para llevarnos a comer a un sitio donde según él la comida era buenísima y baratísima. Las mesas, por llamarlas de alguna manera, estaban en un patio trasero de la calle, eran pequeñas cajas de cartón, otras de metal, cubiertas por unos batik industriales; las sillas  por supuesto era el propio suelo, estábamos alucinados con el sitio, no tenía nada, pero claro como nos habían llevado e incluso el revisor se había bajado para decirle al dueño que nos tratara bien, nos dio vergüenza irnos, aún así, en ese momento tenía claro que yo no comería allí. Y por supuesto, me equivoqué una vez más, como tantas veces te equivocas al juzgar las cosas antes de verlas, de probarlas, de entenderlas.  Comimos fantásticamente bien, un Kari Ayam (es una especie de estofado de pollo con verduras, salsa de curry y leche de coco, sobre arroz blanco cocido) nos atendieron con un cariño y una cercanía increíble y a la hora de pagar no nos quisieron cobrar ya que decía que jamás tenía gente extranjera y que les había hecho mucha ilusión,  así que cuando nos fuímos le dimos dinero a las hijas del dueño, que habían estado con nosotros enseñándonos sus libros del colegio y las fotos de sus amigas;  la verdad que si hubiera podido me las hubiera traído debajo del brazo, ¡qué delicia de niñas y qué delicia de gente!, una vez más compruebo que te dan todo sin pedir nada.
Durante la comida, miramos los recorridos que había que hacer por las aldeas de alrededor, preguntamos a los dueños del restaurante  y nos comentaron que no era fácil ubicarse para acceder a los lugares que queríamos realmente ver,  y como teníamos poco tiempo decidimos coger una guía para que nos acompañara. Salimos por la parte sur, paramos en varios sitios para ver cómo vivía la gente, y nos llevó a la casa de su amiga cuyos  padres criaban serpientes para luego venderlas a las fábricas de piel, tenían un montón de ellas por todas partes e incluso tenían una de mascota, la ví suelta y por vergüenza no eché a correr, pero reconozco que  aunque me parecen preciosas, me dan muchísimo miedo, el dueño quiso que la cogiera pero por supuesto me negué, toqué una en Thailandia y nunca más, todavía recuerdo esa sensación de humedad que me hizo estremecer.
Amenazaba una gran tormenta así que decidimos volver antes de lo esperado, dándonos tiempo a ir un rato de compras y después  a  disfrutar de un masajito que tan bien los dan por esa zona y encima son baratísimos. Cogimos un tuc tuc y aburridito le tenía de tanta compras. Los masajes con piedras calientes o terapia geotermal, combinan el masaje terapéutico tradicional con la aplicación sobre la piel de piedras a distintas temperaturas, para facilitar que fluya la energía vital y aliviar así trastornos físicos y emocionales. El origen se encuentra en una antigua técnica de masaje oriental inspirada en las disciplinas que creen que en nuestro cuerpo existen siete centros energéticos llamados ‘chakras, Según estas disciplinas, si padecemos alguna enfermedad o malestar, es debido a que la energía no circula por nuestro organismo de forma correcta, y esto suele estar producido por el bloqueo o mal funcionamiento de alguno de los chakras. No se si mis chakras funcionaban mal antes, pero desde luego me los dejaron de lujo, porque  salí flotando, ¡una auténtica delicia!. Y para los más valientes también se pueden encontrar lugares donde dan masajes con serpientes, lo que hacen es poner una o varias serpientes en los puntos donde se supone que ejerce una presión en la musculatura y así producen la relajación, ese desde luego no os lo puedo contar porque ni lo hice ni lo haré nunca.
Al día siguiente, madrugamos y en la puerta estaba Hafsan para llevarnos a los templos y descubrir lo que todo el mundo dice que es lo más bonito de la isla, y desde luego no se si sería verdad, pero que son una maravilla es cierto. Vamos derechos al complejo de  Prambanan, con el fin de entrar cuando todavía no hubiera demasiada gente, lógicamente, es un sitio muy turístico y se ha convertido un poco en parque temático, había de todo, desde mercadillos hasta trenecitos para los turistas, pese a que me encantaron, según avanzaba el día y llegaba más gente, para mi gusto perdían tanto misterio, como majestuosidad.

 El complejo consta de numerosos templos hindúes  que fueron construidos durante el siglo IX bajo la dinastía Sanjaya, están dedicados a la Trimurti, la expresión de Dios como el Creador (Brahma), el Preservador (Visnú) y el Destructor (Shivá) y clasificado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 1991. Los majestuosos Candi Brahma y Candi Visnú secundan con sus 33 metros de altura al sobresaliente Candi Shiva, que se eleva en el centro a 47 metros. Es en este precisamente donde se guarda la estatua de Durga, la esposa de Shiva, que muchos identifican con la figura petrificada de la princesa Loro Jonggrang , la Virgen Esbelta, protagonista de una hermosa Leyenda que guarda sentido con este lugar.  El dinamismo de los relieves y las criaturas mitológicas de los templos  permitían recrear múltiples escenas cotidianas  del pueblo, había visto tantas veces estas fotos, había leído tanto de estos templos que estar allí  me parecía mentira,  me senté en un muro que había cerca de los templos, simplemente a admirarlos, junto con las pocas personas casi todas autóctonas que se paseaban por allí con sus pañuelos y trajes de colores.

Pero como teníamos que visitar muchos sitios, dejamos  ese momento maravilloso y continuamos el camino;  aproximadamente a un kilómetro encontramos  Candi Sewu, aunque no tiene la majestuosidad de los otros, me encantó, y más porque esta zona ya es menos visitada, con lo cual la tranquilidad está asegurada. Empezaba a hacer calor y seguimos avanzamos en nuestro recorrido hacia Borodudur, previa parada en los Templos gemelos de Plaosan,  Candi Sambisari, Candi Sari y Candi Kalasan.
Atravesamos maravillosos campos de arroz donde la gente estaba trabajando duramente y así llegamos al espectacular Borobudur, el templo budista más grande del mundo,  es una estupa  con silueta piramidiforme relacionada con la tradición Mahāyāna. Consta de seis plataformas cuadradas coronadas por tres plataformas circulares, y está decorado por 2.672 paneles de relieve y 504 estatuas de Buda. Es Patrimonio de la Humanidady es aún utilizado como lugar de peregrinación, donde una vez al año los budistas de Indonesia celebran el Vesak, fiesta para recordar a Buda. Ascendimos  por un camino rodeado de árboles y cesped y al fondo ya empezamos a ver lo que tantas ganas tenía de fotografiar, ¡qué delicia de templo, es de una belleza infinita!. Después de hacer numerosas fotos, comenzamos a hacer la ruta de los peregrinos desde la base hasta la cúspide rodeando el monumento a cada nivel en el sentido que marca la tradición. Es alucinante ver cómo cada nivel, cada pasillo significa algo,  el comienzo nos lleva al los aspectos más mundanos de la vida, al apego a lo material y el desapego a lo espiritual. El Kamadhatu es el día a día de cualquier ser humano amarrado al mundo de los deseos. Después se van pasando por unos pasillos por donde se ven pasajes de la vida de Buda, hasta que se llega al Rupadhatu, donde están las esculturas que simplemente significan lo que no se debe hacer, y si lo haces tu alma te pasará factura.  Seguimos avanzando por pasillos y niveles  y vamos viendo distintas figuras como Budas, monstruos, etc.  muchas decapitadas por los saqueadores.. y así llegamos al Arupadhatu  lugar que representa la liberación definitiva de las necesidades materiales, condición imprescindible para alcanzar el Nirvana. No se si encontré el Nirvana o no, pero estuve disfrutando de una mezcla de sentimientos, sensaciones que pese a que ya había gente, ese lugar reflejaba una paz como pocas veces la había sentido en un templo, al llegar a lo más alto me senté al lado de una de las plataformas redondas y durante  unos minutos sólo pude admirar ese lugar, sin duda te deja sin palabras.

Al día siguiente, madrugamos y nos dirigimos al Volcán Merapi, “Montaña de fuego”, la zona de alrededor es un Parque natural, nos quedamos con las ganas de poder hacer un trekking por él, pero no nos daba tiempo y decidimos adentrarnos en la meseta de Diong.
A  través de unos preciosos parajes que desde luego daban ganas de pararse en cada uno de ellos,   llegamos a Wonosobo, la puerta de entrada a Dieng.
Nos dirigimos al Complejo Arjuna,  admirando sus preciosos cinco templos dedicados a Shiva con curiosas entradas en forma de boca y ventanas en forma de campanas, paramos en Candi Gatutkaca y proseguimos hacia Kawah Sikidang que es un cráter volcánico con fumadoras humeantes y lagunas de lodo que borbotean frenéticamente y con un olor horroroso, a la entrada te ofrecen mascarillas ya que según te acercas más a los cráteres el vapor es más tóxico.

Continuamos hacia Telaga Warna, precioso lago rodeado de grandes bosques donde sus aguas turquesas y azul cobalto son una auténtica maravilla.

Paseamos por los alrededores llegando hasta Telaga Pengilión sin poder llegar a la sagrada Grua Semar, una cueva para la meditación ya que el camino se empezaba a complicar por las lluvias del día anterior, estaba todo con tanto barro que era imposible transitar por la zona, así que después de un gran paseo por la zona más famosa volvimos al coche para proseguir el camino hacia Semarang que era el lugar donde dormiriamos ya que al día siguiente cogeríamos un vuelo dirección a Borneo para visitar el Parque Nacional Tanjung Puting. Llegamos tardísimo a la ciudad, las carreteras en Java no son muy buenas y el tráfico es horroroso, cada uno hace lo que quiere y no respetan nada,  si a eso se le acompaña que había tramos con obras y ratos de lluvia intensa, el camino menos agradable fue de todo.

*Si quieres viajar tranquilo y dedicarte sólo a disfrutar deja la seguridad a Viajes Mondo, pulsa aquí y podrás conseguir un 5% de descuento en tu seguro de viajes

Escribir comentario

Navigate

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies