En la región más oriental entre el Adriático y el Jónico se esconde la bonita, secreta y desconocida Puglia. Es tan tradicional como auténtica, compensa su sencillez monumental encarnando la esencia de puro Mediterráneo. Con una arquitectura histórica, playas de agua color turquesa y una gastronomía que me recordaba mucho a los sabores y olores de Sicilia.
“Al igual que un tacón estiliza la figura de quien lo lleva, la conocida como el -tacón de Italia- resalta la belleza del país”
Bari, capital de la Puglia, conocida como «la Bolonia del sur» se asoma al mar Adriático a través de un paseo marítimo de más de diez kilómetros; pero a mi lo que más me gusta, es ese trazado sinuoso de sus múltiples calles llenas de coloridas tiendas artesanales, que se abren en los estrechos callejones de su casco antiguo, junto a las construcciones medievales que contrastan con el nuevo esquema urbanístico del siglo XIX, donde cuando llega el atardecer no paras de ver personas sentadas en las puertas de sus casas acompañadas de un capuchino y una gran sonrisa mientras disfrutan viendo como los niños se distraen con juegos de siempre. Me encantó ver a las mujeres vendiendo en la puerta de sus casas “orechiette” un plato de pasta típico de la zona que por su forma recuerda a una oreja y de ahí su nombre.
En la Piazza San Nicola se levanta la Basílica que lleva su nombre. Su construcción se llevó a cabo a partir de 1087 cuando llegaron a la ciudad los restos de San Nicolás de Bari, nacido aquí y obispo de Mira. La románica basílica está estructurada en tres naves cubiertas por un artesanado que data del siglo XVII. En la cripta se encuentran los restos de San Nicolás. En la plaza que antecede a la basílica se encuentra la Iglesia de San Gregorio realizada en románico pullés de planta rectangular fechada en los siglos X y XI. En su cercanía hay dos iglesias que merece también la pena conocer, la Iglesia de San Marcos de edificación veneciana del siglo XII y el Duomo di San Sabino donde destaca en su perímetro exterior la sucesión de esculturas románicas con diferente temática. A las puertas del mar y de camino a la ciudad vieja se encuentra Piazza Mercantile, la mayor de la villa antigua, donde se celebraban las ferias de comida y ganado. Aquí encontramos una de las fachadas del Palacio del Sedile dei Nobili, el cual, comenzó siendo renacentista y con las sucesivas reformas acabó teniendo un aspecto de lo más barroco posible. Tras una puerta de acceso a la ciudad se abre otra famosa plaza llena de cafeterías y restaurantes Piazza Ferrarese, donde actualmente está la Iglesia de La Vallisa, que fue levantada en la Edad Media pero que fue transformada en siglos posteriores.
En el lado menor de la Piazza Odegitria encontramos los jardines que dan paso a la gran fortificación , obra del monarca normando Roger II, que asoma al mar uno de sus laterales. El castillo fue levantado sobre un antiguo edificio bizantino-normando en el año 1130 y reconstruido en el año 1233 con dos potentes bastiones, fue la residencia de Isabel de Aragón y su hija. En la parte externa, destacan las defensivas torres cuadradas. El interior de estilo bizantino, se pueden ver las las viviendas y lugares para el culto que guarda entre sus muros. En su museo permanece una exposición permanente que cuenta con esculturas y adornos confeccionados para la exposición de Turín en 1899 y otras muestras temporales donde varía su temática y su extensión. Desde aquí además se puede visitar como en otras ciudades italianas como por ejemplo Nápoles, la ciudad subterránea que todavía permanece transitable. Se pueden recorrer un laberinto de túneles de gran importancia histórica ya que sus paredes cuentan el gran pasado de la misma. La calle que separa la ciudad vieja de la moderna Bari llamada Corso Vittorio Emanuele II, encontramos el Ayuntamiento, el Teatro Piccini o el Palacio de la Prefectura. Perpendicular a esta calle encontramos la peatonal calle repleta de comercios que desemboca en Piazza Umberto en donde podemos ver el Palacio de la Universidad que hoy en día acoge al Museo arqueológico.
Saliendo de Bari nos adentramos hacia el Valle de Itria, región kárstica que ha dotado a la región de numerosas cuevas, barrancos y desfiladeros que junto a sus encantadores pueblos, laderas cubiertas de bosques, viñedos, olivares, etc., hacen que la zona sea una auténtica maravilla. Su denominación deriva probablemente del culto bizantino a Nuestra Señora de Odegitria, protectora de los viajeros y aunque no es una zona de gran número de turistas cada vez más gente va a deleitarse con sus paisajes y especialmente con los trullis, construcciones rurales, blancas, con tejados cónicos grisaceos, características de varias localidades de la zona. A través de carreteras comarcarles y atravesando campos frutales y pueblos como Conversano donde hay un precioso castillo y una fantástica catedral que acompañaba a esas calles adoquinadas y decoradas con bonitas flores de colores que dan viveza a sus blancas casas, llegamos a la Gruta de castellana uno de los sistemas de cuevas naturales más largos del país, con una increíble variedad de paisajes subterráneos e insólitas formaciones de estalactitas y estalagmitas. Aunque he visto muchas cuevas en diferentes países, éstas son especiales, aquí sí que sientes que viajas al centro de la Tierra. Las cuevas fueron descubiertas en 1938 y actualmente sólo se pueden visitar alrededor de tres kilómetros con un guía que te va contando la historia y las características de la misma.
La primera y mayor caverna es la llamada “El hueco”, por su gran espacio en su parte alta por donde entra una luz que ilumina toda la estancia. A través de ahí comienza un sendero subterráneo por el que vas caminando observando estalagmitas, estalactitas, grumos de cristal, columnas de alabastro, etc., que finaliza en la llamada “Cueva blanca” sin duda, una paraíso para los espeleólogos, donde todas las formaciones rocosas tienen un color blanco prácticamente cristalino. Es un lugar que parece realmente sacado de otro planeta y más cuando realizan obras de teatro como era en ese caso. La cueva estaba preparada para la representación de la Divina Comedia de Dante, de ahí que se pueda ver en una de las fotos su decorado.
Continuamos hacia la capital de los trullis declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996. Sobre el origen de estas viviendas se han hecho muchas conjeturas, se dice que cuando en el siglo XV se repobló esta tierra que estaba habitada por los turcos, el noble feudal Guercio de Apulia mandó construir las casas con piedra pero sin argamasa para que parecieran inacabadas y así evitar el pago de impuestos al virrey español de Nápoles. Alberrobello cuenta con más de 1400 conos de piedra encalados y agrupados entre sí, formando un paisaje de fábula. Se puede ver la pequeña Iglesia de San Antonio con forma de trulli y el Trulli Sovrano que es el mayor de la localidad, con dos niveles y doce conos de cubrición, que data del siglo VIII, conserva muebles y enseres tradicionales.
Conocido por sus fachadas blancas y por su curiosa forma circular, Locorotondo está catalogado como uno de los pueblos más bonitos de la región.
El pueblo parece que abraza el contorno de la colina, aunque su interior es entrañable, a mi lo que más me gustó fue ver la localidad desde la carretera que viene de Alberrobelo. Seguimos recorriendo la carretera flanqueada por campos de olivos y trullis en sus estados más auténticos y llegamos a Martina Franca famosa por su festival de música. Rodeada de murallas y con un conjunto lleno de edificios barrocos y rocosos posee un fantástico Palacio Ducal de 1668 con un gran salón decorado con frescos de finales del siglo XVIII.
La única ciudad del valle levantada sobre tres colinas que da al mar es la armoniosa Ostuni. Su luz, el blanco inmaculado de las callejuelas junto con los bonitos rincones arropadas por unas murallas del periodo aragonés, recuerdan mucho a las ciudades de Grecia o Túnez. Es la ciudad de las escaleras, de los rincones, de los túneles, de los recovecos que no dejan entrar la luz. Me encantó la placita que está frente a la catedral son su acogedor arco que divide la zona, su empedrado pavimento, las terrazas de los bares, la vida local o la música que proporcionan la cantidad de los músicos callejeros que hay por la zona. En la Plaza de la Libertad se encuentra el capitel de treinta metros en honor de San Horacio que data del siglo XVIII, que, según la tradición, fue quien liberó al pueblo de la hambruna. La localidad tiene bonitas templos religiosos como su Catedral con sus famoso rosetón o la Iglesia de San Francisco de Asís construida en el siglo XIV, Iglesia del espíritu Santo, etc. Y donde se acaba esa sucesión de casas blancas contrarrestadas con olivos verdes, aparece el azul de las aguas cristalinas del mar. Me llamó mucho la atención la gran cantidad de granjas agroturísticas que hay distribuidas por el territorio donde se pueden tener experiencias directas de observación, estudio y prácticas de actividades como recogida de frutos, elaboración de productos locales típicos, objetos artesanales etc.
Siguiendo hacia el sur nos encontramos con el final de la Vía Appia por donde en su día pasaron Horacio, Virgilio o Cicerón además del resto de la inteligencia romana. En el año 109 Trajano modificó este trayecto creando Vía Traiana, que conectaba Brindisi con Benevento. La Puerta Mesagne del siglo XIII constituía la principal puerta de la ciudad medieval y el Castillo Suabo protegía la zona del puerto. A día de hoy en el puerto de la ciudad todavía figura una de las dos columnas romanas de mármol que señalaban el final de la vía, la otra está actualmente en la ciudad de Lecce. En el corazón de la ciudad se sitúa Il Duomo custodiado por el Pórtico de los Caballeros Templarios de estilo románico aunque modificado en el siglo XVIII. En la ciudad entonáramos iglesias como la de San Giovanni o San Benedetto.
Pero si hay algo que para mí destaca es la Iglesia de Santa María del Casale situada al norte de la ciudad, ya que es un edificio románico-gótico levantado alrededor del año 1300. Su decoración exterior con motivos geométricos bicromos señala la influencia lombarda y pisana, además cuenta con un gran número de frescos bizantinos en su interior.
Y de ahí llegamos a la llamada Florencia del Sur, Lecce, capital de Salento.
“Lo que el Renacimiento es a Florencia el Barroco es a Lecce”
Pasear por esta ciudad es como acudir a un Museo barroco al aire libre, pero con un toque diferente, ya que este barroco está caracterizado por el color de sus construcciones y su riqueza ornamental que se observa en la profusión de figuras humanas, animales o vegetales de las fachadas de palacios e iglesias.
En la Plaza de San Oronzo, situada en el corazón del centro histórico, encontramos restos del Anfiteatro romano del siglo II, así como el Palacio del Municipio del siglo XVIII, actual sede del ayuntamiento y la Iglesia de San Marco construida por la colonia veneciana de la ciudad. Detrás del Palacio del Municipio se sitúa la Iglesia de Gesú y a escasos metros y ya en Via Umberto se alza la Basílica de la Santa Croce, obra maestra del barroco de la ciudad. Comenzó su construcción en el siglo XVI con un resultado realmente espectacular. Su increíble fachada se divide en dos cuerpos con una balconada corrida. En la parte inferior predomina un estilo renacentista que se funde armoniosamente con la parte superior barroca donde encontramos un rosetón central, colocado junto a columnas corintias y a la estatua de San Benedetto y San Pier Celestino. También vemos las estatuas de la “Fe” y la “Fortaleza”. La cornisa está decorada con flores y guirnaldas sujetadas por ángeles. El interior de la iglesia consta de tres naves y se caracteriza por un profundo presbiterio y de preciosos capiteles.
Junto a la iglesia encontramos el ex Convento dei Celestini, que alberga hoy la administración central de la prefectura. La Piazza del Duomo es imponente y armoniosa, además del Duomo construido en el siglo XVII, encontramos palacios barrocos como el del Seminario o el Vescovile. Me sorprendió Vía Libertini, una calle llena de edificios e iglesias barrocas, desde el Conservatorio a la Iglesia de Santa Anna. Pero en cualquier caso toda la ciudad está repleta de Iglesias y edificios donde no parar de fotografiar, es arte sobre arte.
Los pueblos de la península salentina, tienen un encanto increíble, el sol y el color del agua del mar adornan todos y cada uno de los pueblos que nos vamos encontrando bordeando la costa. De la antigua plaza bizantina de Otranto, podemos ver el castillo aragonés y la románica catedral que construyeron los normandos. Pero si hay algo que merece la pena ver es El árbol de la vida en el suelo de su catedral. El monje Pantaleón tardó dos años en realizar el increíble mosaico, que muestra un recorrido del pecado original a la salvación.
Y yo con mi gran pasión por los faros, pues fui a ver el de punta Paslacia. Y así llegamos al punto más meridional de la península, Santa María de Leuca. Todos estos pueblos en verano se llenan de turismo, pero cuando yo estuve que fue a primeros de octubre, estaban ideales para pasear y para disfrutar de esas aguas cristalinas porque el tiempo fue realmente maravilloso.
Ascendiendo ya por la costa nos encontramos con la conocida perla del Jónico. Gallipoli, que es una pequeña localidad situada sobre una isla rocosa entre murallas del siglo XVI y con un castillo, donde destaca «la torre del homenaje» que la Corona de Aragón sembró por toda la región para apuntalar su dominio sobre el sur de Italia. Además cuenta con varias iglesias barrocas que van sorteandose entre las pequeñas callejuelas y el bonito puerto pesquero. Alrededor hay varias pueblos con las mismas características, pequeño casco antiguo, castillo, puerto y bonitas playas donde cuando sopla el gregal (viento del nordeste) o el mestral (noroeste) las playas se convierten en un paraíso y entre los lugareños las apodan como las Maldivas de Salento.
La antigua y esplendorosa colonia espartana de Taras es hoy una ciudad que cuenta con un casco histórico con tortuosas y estrechas calles donde se dibujan los principales monumentos como la Iglesia gótica de San Doménico. Tarento posee un castillo aragonés que alberga una capilla de estilo oriental y una ciudad nueva con anchas avenidas trazadas en cuadrículas que concentra toda la actividad.
Y de ahí nos acercamos a Matera, aunque realmente pertenece a la provincia de Basilicata, pero me pareció tan fascinante que lo haré en post diferente.
Finalizamos el recorrido en Trani, importante centro vinícola que posee un antiguo puerto rodeado de un casco medieval de estrechas y sinuosas callejuelas, donde se pueden admirar las elegantes mansiones e iglesias del siglo XVI en estilos tanto góticos como románicos, junto a un castillo a orillas del mar. Me fascinó en la Plaza de El Duomo como el mar rompe sobre la catedral románica, realmente es increíble. La catedral dedicada a San Nicolás Peregrino, es uno de los mejores ejemplos de románico de la zona gracias a su elegante fachada del siglo XII y un precioso rosetón. Además se pueden encontrar otros edificios como el Castillo Svevo edificio construido por Federico II en el siglo XII, de planta cuadrangular, que a pesar de haber sido dañado en diferentes ocasiones a lo largo de su historia, aún permanece en pie gracias a rigurosos trabajos de mantenimiento.
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2 Comments
Espléndido sublime, sin ir ya lo conozco pero no por eso dejaré de ir,cuando camine por sus calles,plazas, túneles llevaré este blog no habrá mejor guia ,
Gracias
Tienes que ir, a mi sorprendió. Todo el mundo habla de la costa amalfitana, Toscana, que por supuesto son una maravilla, bueno la verdad es que toda Italia es una pasada, pero esta zona quizá como está más olvidada pues yo había visto menos cosas y leído menos de ella y me fascinó, de hecho volveré, eso sí, esta vez en moto. Mil gracias por estar siempre aquí. Besos