HIROSHIMA – MIYAJIMA
Reconstruida tras el inmenso dolor sufrido el 06 de agosto de 1945. la ciudad de Hiroshima se levanta diariamente sin querer olvidar ese trágico suceso. Sabíamos que esta visita era la parte más dura y amarga del viaje a Japón, y aunque al principio intenté hacerme a la idea de “esto es historia, hay que verlo pero ya no sufrirlo” no fue así, es imposible permanecer en ese lugar y no salir con el corazón desgarrado. Desde la estación cogimos el tranvía número dos y en unos minutos nos encontramos frente a la conocida Genbaku Domu o Cúpula de la Bomba declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en 1996; anteriormente era Sala para la Promoción Industrial de la Prefectura de Hiroshima hasta que la bomba cayó casi sobre él, fue la estructura más próxima que resistió al impacto, aunque sus techos y suelos hundieron en el momento. El edificio fue preservado exactamente como se encontraba después del bombardeo, y sirve hoy como monumento conmemorativo de la devastación nuclear y un símbolo de esperanza en la paz mundial. Una vez más uno de esos lugares en los que no sabes si quieres estar o quieres salir corriendo y borrarlo de tu mente y de tu retina. Decidí permanecer siendo una más de las que caminaba en silencio, absorta, angustiada por lo que aquello representaba y sin poder dejar de pensar en el horror que vivieron esas personas y por supuesto preguntándome ¿Por qué?
Continuando por el camino contiguo a ella, se llega al Parque Conmemorativo de la Paz, donde se encuentran varios monumentos relacionados con la tragedia, como el Cenotafio de las víctimas coreanas, el Cenotafio conmemorativo, la Campana de la Paz, la Llama de la Paz, que será extinguida cuando la última arma nuclear del planeta haya sido destruida, etc.
Proseguimos hacia el Monumento de la Paz de los Niños, inspirado por la víctima de leucemia Sadako Sasaki, quien, cuando enfermó de leucemia a los diez años decidió hacer mil grullas de papel (símbolo de longevidad y felicidad en Japón) , siguiendo una antigua costumbre, con el convencimiento de que si conseguía su objetivo se curaría. Falleció antes de alcanzarlo, pero sus compañeros de clase acabaron el resto. Con el corazón encogido nos dirigimos al Museo Conmemorativo de la Paz, donde ya la angustia y el desasosiego llegarían al momento más duro y difícil del día. El Museo narra lo ocurrido antes, durante y después de ese seis de agosto. Su visita es una experiencia sobrecogedora, se te encoge el alma según recorres sus dos alas, una de ellas donde se muestra la historia de la ciudad antes y después del trágico suceso, y otra donde se observa el daño que causó la bomba.
Con el corazón encogido, volvimos a la estación para coger el tren de Hiroshima a Miyajima para después coger el ferry e irnos a intentar reponernos de los momentos tan duros que tuvimos a lo largo de la visita a la ciudad. En aproximadamente media hora, llegamos a Miyajimaguchi, y de ahí al Ferry que también accedes con el JR. El pequeño trayecto es de lo más agradable, y según iba llegando a la isla, ya veía esa imagen que tantas veces había visto en reportajes y fotografías de redes sociales. Cuando llegas a la isla “donde conviven dioses y hombres” puedes comprobar la privilegiada ubicación del Santuario Itsukushima, además de ser un precioso ejemplo de arquitectura tradicional. El Santuario, que da a la isla su verdadero nombre, fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1996. Construido sobre el agua y especialmente conocido por su gran torii flotante que impacta cuando te aproximas a él. El santuario ha sido reformado y ampliado en varias ocasiones, contando ahora con un gran número de salas, tales como: Salón principal Honden, el oratorio Haiden, la plataforma para las ceremonias donde hoy se realizan obras de teatro fundamentalmente para los turistas, Pagoda de cinco pisos, etc. Estando allí pensé que la próxima vez que fuera por allí me quedaría a dormir en ese lugar mágico para ver flotar el santuario con la subida de la marea con una luz que parece ser que te invita a la ensoñación. El torii o puerta Ootorii que sirve como frontera entre el mundo de los espíritus y el mundo terrenal es de un color bermellón, ya que se cree que ese color aleja a los malos espíritus. Pasear por las calles de la isla es un auténtico regalo, a orillas del mar disfrutamos de numerosos ciervos con los que me lo pasé fenomenal intentándome abrir el bolso para coger unas galletas que había en su interior. Hay preciosas tiendas artesanales y un montón de lugares donde deleitarse de unas ostras realmente espectaculares y baratísimas, así como de las deliciosas galletas rellenas de diferentes sabores en forma de hoja de arce.
Pero si hubo algo que me gustó de la isla además del torii flotante, fue el Templo budista Daisho-in de subida al monte Misen. Sorprendida me dejó lo inmensamente grande que era, y el bonito sitio donde está situado. Además de los pabellones habituales de los templos budistas, como la sala principal de rezo, la habitación del monje principal, tesoros, etc., también vimos muchas estancias que accedes a ellas a través de múltiples escaleras y que se esconden en los recovecos de las mismas que no había visto en ningún otro lugar. Se pueden observar centenares de estatuas de los 500 discípulos de Shaka Nyorai, un espectacular mandala (diagrama simbólico que en el budismo representa la evoluciónn del universo respecto a un punto central) realizada en arena por monjes del Tibet, una cueva con 88 iconos que representan los templos de peregrinaje de Shikoku, etc. Con una pena horrible cogimos el último ferry para volver a Hiroshima y poder coger el tren de vuelta a Kioto.
INARI Y NARA
Situado a las afueras de Kioto y de camino a Nara se encuentra uno de los santuarios más famosos del país, Fushimi Inari Taisha, el cual se remonta al siglo VIII. Es el primer santuario dedicado al Dios Inari (Dios del arroz) patrón de los comerciantes. El complejo está formado por cinco santuarios que se encuentran a lo largo de la ladera del monte. Subimos al monte Inari bajo los miles de torii que encontramos a lo largo de sus cuatro kilómetros; estos eran regalados por los comerciantes con sus nombres para que el dios les sea propicio.
Me llamó la atención la cantidad de figuras de zorro existentes, esto es porque el zorro es el mensajero del Dios Inari, así que esta figura te encuentras desde que sales de la propia estación de tren.
Caminos para subir a la cima hay muchos, según se asciende se van encontrando mapas diferentes con distintas rutas. Me encantaron las vistas que ofrece el mirador Koji-mine detrás del santuario Tanakasha, sin duda uno de los mejores lugares en los que disfrutar de las vistas de Kioto y el monte Inari.
Después de esta maravillosa visita y de disfrutar de uno de los lugares que más ganas tenía de fotografiar, continuamos en tren hasta Nara.
Nara es una ciudad con muchos templos y santuarios, pero como no tenemos mucho tiempo hay que elegir, así que fuimos directamente al Parque de Nara para ver Kokufuji templo budista de la escuela Obaku, fundado por la primera esposa del Emperador Tenji quien buscaba mediante esta construcción que su esposo recuperara la salud. En el año 710 el templo se trasladó desde Kioto al lugar que ocupa como templo principal de la familia Fujiwara. Aunque el complejo original tenía más de 150 edificios, permanecen sólo doce. Lo más destacado son sus dos pagodas, una de tres y otra de cinco plantas. Proseguimos el camino por el parque, encontrándonos un montón de ciervos hasta llegar al Templo Todaiji. Disfrutamos mucho dando de comer a los ciervos que hay a la entrada del templo, además de comerse las galletas que les compras, si te descuidas te abren el bolso y se comen lo que encuentren.
El templo se eleva por encima del parque Nara Koen. Es el templo de madera más grande del mundo, pese a que ha sido reconstruido dos veces por causa de incendios.
La puerta de entrada está protegida por dos imponentes esculturas de madera que representan dos guerreros Nió. En el interior del templo se encuentra la figura de un Gran Buda, de ahí que este templo también sea conocido como «El templo del Gran Buda«. Este se fundió pro primera vez en el año 746 y es una de las mayores estatuas de bronce del mundo, mide 16 metros de altura y está realizada con 437 toneladas de bronce y 130 kilos de oro. Fuera sentando sobre un banco hay otra figura muy venerada, pero que la verdad a mi me daba un poco de mieditis.
Me llamó mucho la atención, una columna de madera, llamada la «columna de la felicidad» con un agujero en la parte inferiro donde la gente intentaba atraversarla, ya que se cree que quien logre pasar por ese agujero, que tiene el mismo tamaño que uno de los dos orificios nasales del Gran Buda, alcanzarán la iluminación. Por supuesto ni lo intentamos, pero para quien se anime el truco está en pasar los brazos extendidos y luego irse arrastrando poco a poco.
KOBE
Decidimos ir a uno de los centros económicos más importantes de Japón, cuyo nombre significa “Puerta de los dioses o espíritus”. Cuenta con un importante puerto, el cual fue uno de los primeros en abrirse al comercio extranjero a finales del periodo Edo y es considerada una de las ciudades más cosmopolitas del país, además de ser la ciudad de origen de la conocida carne de ternera de Kobe. Nos dirigimos a la zona del Meriken Park, es un agradable parque junto al mar en la zona portuaria localizado en la ladera del monte Rokko. Son terrenos robados al mar donde se han construidos bonitos jardines e instalaciones de arte moderno. Aquí encontramos la famosa Torre de Kobe y el Museo Marítimo de la ciudad, con una curiosa decoración ya que es un edificio con un marco de acero blanco que recuerda la imagen de las velas. Es un lugar recomendado pero nosotros no entramos, he leído que la mitad del edificio está dedicado al transporte y la otra mitad está ocupado por el Kawasaki Good Times World.
También se puede observar un tramo tal y como quedó después del terremoto de 1995, hay un pequeño monumento que conmemora las víctimas que murieron en el mismo.
La torre de Kobe de color rojo ofrece una vista panorámica de 360 grados de la ciudad. Al lado está el Kobe Harborland que es un centro de comercio y ocio destinado al entretenimiento.
Después de pasear un rato por los alrededores, y deleitarnos en el jardín Sorakuen, ubicado en el centro de la ciudad, nos acercamos hasta el Barrio Chino (Nankinmachi), donde la verdad no nos sorprende nada el lugar, ya que es igual al del resto de las ciudades. Lo forman dos calles principales unidos por una plaza y luego varias calles secundarias llenas de restaurantes y tiendas populares.
Fuimos a comer a un restaurante recomendado por una chica de Instagram que al enterarse de que íbamos a ir me dijo que no me lo perdiera, y desde luego fue un acierto, la carne estaba espectacular, acompañada de una parrillada de verduras. Por la tarde empezó a llover de una manera incontrolada, así que decidimos volver a Kioto. La verdad como me dejé zonas sin visitar no se si merecerían la pena o no, pero de lo que vi, es una ciudad totalmente prescindible para mi.
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