Olite, el brillo del medievo navarro 

Situada en una dilatada llanura al margen derecho del río Zidacos, el origen reconocido de la “Flor de Navarra” se remonta a la época goda, citada en una de las obras de San Isidoro de Sevilla. Previamente se han encontrado numerosos restos del asentamiento romano, que posteriormente fueron utilizados por otras civilizaciones que moldearon a su gusto y cultura, llegando la localidad a su máximo esplendor cuando fue sede de la realeza navarra, quienes dejaron un gran patrimonio artístico y cultural. En su manifiesto real Carlos III, anunciaba Olite como cabeza de merindad:

» Carlos, por la gracia de Dios, rey de Navarra, a todos cuantos las presentes letras verán e oirán, salud. Hacemos saber que nos por algunas consideraciones, causas y razones que a esto nos han movido, hemos querido y ordenado que nuestra villa de Olite haya de ser cabeza de Merindad (…)»

Muchos han sido los viajeros, escritores, historiadores, etc., que desde la Edad Media hasta hoy, se han sentido atraídos por la localidad “del castillo de cuento”. 
Ya en el siglo XV un viajero alemán decía: “Seguro estoy que no hay rey que tenga palacio ni castillo más hermoso y de tantas habitaciones doradas” texto que se puede ver en el Diario del viajero expuesto en el Museo británico de Londres. Pero sin duda, si hay alguien que escribió y admiró el gran palacio fue nuestro romántico Gustavo Adolfo Bécquer dedicándole un ensayo  denominado Castillo Real de Olite. Notas de un viaje por Navarra, donde explica de una manera clara y hermosa lo que percibe en la gran fortificación; es un texto corto que bien merece una lectura.  Me encanta cuando muestra  lo que es el castillo para un poeta y lo que es para un arqueólogo:

“ (…) Para el soñador, para el poeta, suponen poco los estragos del tiempo; lo que está caído lo levanta, lo que no ve, lo adivina, lo que ha muerto lo saca del sepulcro y le manda que ande. Para el arqueólogo no se conservan en el castillo de Olite más que un determinado número de torreones, cuadrados los unos y cilíndricos los otros que refuerzan exterior e interiormente el doble lienzo de muralla (…)” .

Acceder a la ciudad por su esbelta puerta te sitúa en el comienzo de una clase de historia de arte. Desde su entrada ya se comprueban los vestigios arqueológicos, los cuales, aseveran que en el siglo I d. C fue una fortaleza romana. La localidad aparece rodeada por murallas romanas y medievales, que ciñen en doble cerco un conjunto bien trazado de rúas y plazas.

El conjunto monumental del Palacio Real está compuesto por tres partes: el Palacio viejo declarado Monumento nacional en 1925, las ruinas de la Capilla de San Jorge y el Palacio Nuevo, conocido como Castillo de Olite. Y como no hay palacio sin fantasma, emana la leyenda que en el ala antigua, lo que hoy es el Parador Nacional, existe un espectro noble medieval que por las noches recorre los pasillos lamentándose y emitiendo melodías; yo la verdad es que me he quedado varias veces en el Parador y nunca he conseguido oir ni ver al tan buscado y no hallado caballero medieval.

El palacio ha sufrido varias remodelaciones, pero las más notables fueron las impulsadas por Carlos III. Tras un devastador incendio en 1813 ocasionado por Espoz y Mina para que no cayera en manos de Napoleón, permaneció un tiempo en ruinas, hasta que fue reconstruido en los años cuarenta, pasando a ser el monumento medieval más importante de Navarra. 

El «capricho de Carlos III» provocaba admiración entre la nobleza europea, se decía, que tenía tantas habitaciones como días tiene un año. Actualmente se accede por el antiguo cuarto de guardias,  para proseguir por la Sala de las Columnas, también conocida como Sala de los murciélagos, construida para soportar el peso del jardín colgante, que al igual que los legendarios jardines de Babilonia, llegaron a estar suspendidos a veinte metros del suelo, provistos de plantas y flores de todo el mundo. Ya en la planta noble se pueden ver las salas de la reina, la cámara de los ángeles, llamada así porque en la antigüedad había varias escultura de ángeles con escudos nobles,  la sala y galerías del rey, aunque  una de las cosas más bonitas es el ascenso a sus torres. Desde la Torre de las tres coronas se pueden apreciar unas preciosas vistas del Palacio viejo y la capilla de San Jorge, desde la del Homenaje, la de los cuatro vientos o la del aljibe hay fantásticas vistas a la localidad y a los viñedos cercanos y desde la Torre Ochavada se observa el Pozo de hielo conocido popularmente como el «huevo».

Pero además del gran complejo monumental, la localidad tiene otros monumentos  que también son relevantes y que han ayudado a alcanzar a ésta el título de Conjunto histórico artístico. Destacan las Iglesias de Santa Maria y San Pedro, (la más antigua de la localidad)   los Conventos de San Francisco y Santa Engracia, el Palacio de Teobaldos,  los recintos amurallados romano y medieval y  las galerías subterráneas, que con su casco antiguo medieval forman un bonito lugar por donde pasear y dejarse llevar por caballeros, princesas, nobles y todo lo que conlleva el mundo de los cuentos en la época medieval. 

En la plaza de Carlos III  además de encontrar el gran Palacio, se encuentra también la ya mencionada Iglesia de Santa María, la cual, data del siglo XIII y es de estilo gótico. En ella destaca frente a la portada principal una especie de claustro rodeado de arcos con las esculturas de los doce apóstoles y en el interior un retablo renacentista pintado en el siglo XVI. 

También se encuentra el reciente ayuntamiento construido siguiendo la arquitectura de las casas nobles olitenses, la torre del chapitel que en su origen formaba parte del recinto amurallado de la villa y las galerías medievales construidas alrededor del siglo XIV. 
La visita a las galerías subterráneas, toma como título «Medievo. El Brillo de una época», un título que deja clara su naturaleza. En su interior se muestran reproducciones de enseres, lugares y trajes de la época en la que la localidad adquirió su mayor esplendor. 

Pero además de por su gran conjunto arquitectónico y cultural, la localidad también es conocida por ser la «ciudad del vino de Navarra», ya que aquí se concentran todos los organismos e instituciones del sector: la estación de viticultura y enología de Navarra, el Consejo de Denominación de origen Navarra, la Cofradía del vino y los museos de la viña y del vino. Además cuenta con muchas bodegas a las que se puede acudir para entender en profundidad la historia y tradición de la localidad en torno al vino, para luego disfrutarlos junto a los fantásticos productos gastronómicos que podemos encontrar en sus restaurantes ubicados entre sus estrechas e históricas calles. Entre los platos más característicos encontramos el cordero al chilindrón, el ajoarriero con caracoles, la liebre, las migas del pastor o los pimientos rellenos de bacalao junto a sus famosas rosquillas, o buñuelos de caña.

6 Comentarios

  1. Ana Jimenez de Aberasturi Contestar

    Las dos últimas fotos del reportaje, no son de Olite.Una de ellas es de Sangüesa.La otra puede ser de Ujué?o de Sos

    • Gema de los Reyes Contestar

      Hola Ana, mil gracias por tu corrección y por haber visto mi post. Efectivamente esas fotos se habían colado sin ser de Olite. Ya las he eliminado. Un abrazo y reitero mi agradecimiento.

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