Heterogeneidad, diversidad, pluralidad, complejidad y variedad son sinónimos que utilizo frecuentemente para hablar sobre la mágica palabra “viajar”.
Numerosos son los alicientes que nos mueven a los amantes de las rutas largas e interminables, sinuosas y zigzagueantes, pero si hubiera que elegir algunos, tendería a decir que nos puede el gusto por el movimiento, la furia de la independencia, la posición por la improvisación, el culto a la libertad, el descubrimiento de lo desconocido y todo ello teniendo en cuenta que el viaje es una sucesión de imágenes y sensaciones donde sus molestias u obstáculos generan nuevas posibilidades, enfrentándonos al primer viajero que nos encontramos, que no es otro, que nosotros mismos.
“Son los obstáculos los que constituyen la sal de los viajes” Atilio Brilli
Por regla general, en la actualidad nuestros desplazamientos no son viajes de descubrimiento de nuevas tierras como sucedía en la antigüedad, recordemos a Ulises o a Marco Polo, grandes viajeros que salían de casa sin fecha de vuelta. Hoy en día pocos son los afortunados que pueden salir a recorrer el mundo sin mirar el calendario, la mayoría de nosotros salimos por un tiempo limitado, con lo cual, elegimos un destino sabiendo que sacrificamos otros.
Aún así, el viaje siempre es un descubrimiento, una aventura, una búsqueda y un encuentro donde tiene cabida lo inesperado y lo insospechado, de ahí, que para muchos de nosotros sea eso lo que le convierte en irresistible, embaucador, cautivador e incluso me atrevería a decir, necesario, ya que viajar no sólo es descubrir lo que el mundo contiene, sino también desvelar aspectos de la propia persona que se quedan escondidos en la cotidianidad.
Un viaje no sólo se realiza cuando se visita un lugar exótico o alejado de nuestro hogar, el placer del viaje radica en nuestra manera de mirar. En el momento que salimos de casa y abandonamos la rutina, los espacios conocidos y las obligaciones, dejamos de ser lo que éramos para convertirnos en otros, vivimos el presente apreciando cada momento; queremos ver las cosas, no oir hablar de ellas. En los trayectos todo se vive como si fuera la última vez.
El viaje depende más de una actitud mental, que del destino escogido