Bután, el país del dragón del trueno (Segunda etapa)

Proseguimos por las inmediaciones de Thimpu, y en lo alto del valle de la ciudad está el conocido Buddha Point, una enorme estatua de Buddha inaugurada en 2015 aunque  sus alrededores e interior del templo (debajo de la gran figura sedente) están construyéndose. Es una estatuta dorada que me recordaba más a los templos chinos que a los budistas, y claro, de hecho luego tenía su razón de ser, se está financiando con capital chino y es de ellos la supervisión de las obras.

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Aquí vi una vez más lo que ya había visto en las obras de las carreteras, la mayor parte de los trabajos duros son realizados por los indios. Al hablar con ellos comentaban que pese a que ganan menos dinero que cualquier butanés, obtienen más dinero de lo que conseguirían en su país haciendo el mismo trabajo. Los indios no necesitan visado para acceder a Bután, con lo cual también pudimos comprobar que mucho del turismo que hay por allí es de ese país, pero claro no me extraña, porque visitar Bután es muy caro. Los turistas que entren en el país deben hacerlo a través de una agencia de viajes y pagar unos 250 euros por día y por persona que incluye alojamiento, comidas, entradas a los monasterios, desplazamientos y guía local. Una tasa que las autoridades justifican en el marco contra el turismo incontrolado que creen que “estropean” los recursos e identidad de un país.

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Tras la visita a esta ciudad nos trasladamos a Punakha, capital del país hasta 1955; ubicada a 4.102 metros sobre el nivel del mar, y cuya principal actividad económica es la agricultura del arroz que se cultiva en las riberas de los dos ríos Pho Chu y Mo Chu, en cuya confluencia se emplaza el fascinante dzong. Cabe destacar que en esta localidad cada, aproximadamente 100-110 años, se celebra el festival más famoso de Bután, el cual tiene una duración de unos 10 días. A él acude gente de todo el país y, se considera una gran oportunidad para la celebración, rendir culto a Buda en compañía del líder religioso nacional. Pese a que no hay mucha distancia entre las dos ciudades, el camino es largo, (en el país sólo hay una pequeña autopista, el resto son carreteras de montaña parcialmente asfaltadas y con numerosas curvas), se va ascendiendo poco a poco hasta el punto más alto que es el conocido paso de montaña de Dochu-La a 3.088 m.

Este lugar me encantó, desborda solemnidad a través de sus 108 estupas en homenaje a los soldados butaneses muertos en una rebelión india en el año 2003; rodeadas de las banderas de oración que mueve continuamente el viento, teniendo en frente un pequeño templo budista.

El lugar me pareció mágico, pero me lo pareció más cuando vi una expedición de National Geografic, estaban como locos haciendo fotos y yo como loca haciéndoselas a ellos, el momento fue divertido pero llegó a ser maravilloso cuando vimos que acababa de aparcar un autobús con niños provenientes de un monasterio, a todos se nos encendieron los ojos pensando si nos dejarían hacerles fotos, no sólo nos dejaron sino que estaban encantados.

Me sorprendió ver como niños pequeños que se supone que están preparándose para la vida espiritual poseían iphone, ipad, etc., luego me daría cuenta de que la vida espiritual que yo pensaba que existía en Bután no era tan real, una vez más, comprobé que no hay mejor cosa que visitar un país para ver la realidad de las cosas y no lo que está en nuestra imaginación.

El grupo hetergéneo de monjes estudiantes  fueron encantadores, había  niños de unos 10 años hasta los de 16; con uno de ellos estuve mucho tiempo hablando y me contaba que sus padres eran campesinos que le enviaron al monasterio porque creían que con ello  conseguiría meritos espirituales y la oportunidad de obtener una mejor reencarnación. Me encantó como me contaba sus costumbres y sorprendida me dejó cuando me dijo que en las familias bhutanesas la herencia generalmente pasa por línea materna a través de la linea femenina en lugar de la masculina, son las mujeres las que heredan la casa de los padres, ya que se espera que un hombre haga su propio camino en el mundo. Fue uno de los momentos más maravilloso del viaje y desde luego uno de los lugares donde más capturas entrañables pude realizar. 

En el valle de Punakha, en una colina rodeada de campos de arroz, se levanta el monasterio de Chimi Lhakhang también conocido como el Templo de la fertilidad, construido en el siglo XV por un primo de Drukpa Kunley, conocido este como el monje lascivo, el loco divino o el santo de las cinco mil mujeres. Es impresionante, sorprendente o no se cómo calificarlo, la presencia de falos vayas por donde vayas, en las fachadas de las casas, en las fuentes y en las tiendas de recuerdos. Para sus habitantes no es un símbolo obsceno sino un símbolo de  fertilidad.

Este monasterio es muy venerado por las parejas butanesas ya que acuden para solicitar la bendición del santo a la hora de tener descendencia, de hecho, cuando llegas allí te enseñan un libro donde muchas parejas europeas han ido a este templo y su testimonio de que a partir de ahí se han quedado embarazadas. Como ya era habitual dentro de los templos no dejan sacar fotos, y la verdad una pena porque vi un grupo de niños monjes que como niños que son no paraban de jugar a las luchas entre ellos, hasta tal punto que sacaron pistolas de juguete de debajo de sus hábitos, no se, una vez más la espiritualidad de este país me sorprende.

Tras realizar la comida en un restaurante con unas vistas estupendas a los preciosos campos de arroz, proseguimos hacia el monasterio de Punakha. En este monasterio como en el resto viven los monjes, cuentan con una asignación periódica de dinero por parte del Gobierno, además de contar con numerosas tierras que tienen alquiladas a los campesinos del país.
El dzong data del siglo XVII, el hecho de que se encuentre junto a los dos ríos le otorga una supremacía espiritual, ya que ambos se juntan para formar el Sankosh, un río que desemboca en el sagrado Brahmaputra. Periódicamente, las crecidas del río destruyen parte del dzong, pero los butaneses lo reconstruyen inmediatamente ya que se le conoce con el nombre de Palacio de la Gran Felicidad y es un monasterio muy venerado.

La fortaleza se crea con fines defensivos, administrativos y religiosos y por su ubicación es perfecta para la vida tranquila y mediativa que necesitan los monjes budistas. Tras sus altas torres defensivas y sus muros de ladrillo o piedra, pintados de los colores más típicos del Himalaya, el blanco, el rojo o el dorado, se esconde espacios muy delimitados, con estancias de suelos chinos y patios llenos de encanto, profundamente decorados. Su entrada, en madera de hierro, nos da la bienvenida de una forma recogida, mientras que sus ventanas, escasas y pequeñas, nos aíslan del mundo exterior.
El templo es una auténtica maravilla, lugar donde todo el mundo no para de disparar sus cámaras, y claro donde yo no paraba de capturar las expresiones de la gente que llegaba; me encantaba ver sus rostros sorprendidos, sus caras iluminadas, aunque también me gustó fotografiar a tres moteros que bajaron de sus motos y sin quitarse los cascos  se liaron a hacer fotos como locos con sus móviles; uno de ellos me llamó la atención por las poses que ponía, parecía que llevaba una cámara en mano, pensé, «es fotógrafo profesional«, y al intentar captarle en una  imagen,  lógicamente me pilló. Pensé que me iba a decir algo, pero no, fue a su moto, se quitó el casco y vino hacia mi con su móvil, y claro tuve que aguantarme cuando me dijo que me hiciera una foto con él, ¡con lo poco que me gusta salir en las fotos! pero en este caso además de que no me podía negar después de todas las que yo llevaba de él,  era un indio realmente guapo, así que había que hacer un esfuerzo.

Al cruzar el puente cubierto de madera que lleva al Dzong observas las empinadas escaleras de acceso que le otorga al monasterio un carácter muy ritual, cuanto más elevado más espiritual parece. Fue impresionante ver las largas filas de feligreses que había para visitar unas reliquias que por unos días estaban en el mismo. En el centro del patio, se levanta una alta torre blanca llamada utse alrededor de esta podemos encontrar salas donde rezan los monjes, estudian etc. Es un sitio maravilloso, es la primera vez que sí que siento ese carácter espiritual que tanto quería ver en Bután y que hasta ahora no me había encontrado. En una de las salas vimos a monjes escribiendo en una versión antigua del idioma tibetano, llamada chhokey.
Fuera del monasterio, para amenizar las larguísimas horas de espera que tienen que soportar los feligreses para mostrar sus respetos a las reliquias, vimos a gente realizando cánticos religiosos, que son de mucha importancia ya que se traga principalmente de biografías sobre santos conocidas localmente como namtar, y también realizando instrumentos fomentando el folclore de su país. Me llamó mucho la atención una flauta de seis agujeros, un violín de cuerdas, etc. Fueron momentos de esos que aunque pasen los años, siempre los recordaré como uno de esos sitios que jamás te podrán dejar indiferente. 

Proseguimos el camino hacia Paro, para pasar la noche allí y al día siguiente subir a Taktshang , más conocido como Tiger’s Nest o el Nido del Tigre, denominado así porque se dice que Guru Rinpoche voló a una cueva en ese acantilado sobre el lomo de una tigresa. A mitad de camino paramos en el jardín botánico, lugar poco interesante ya que pese a que hay numerosas clases de plantas y flores no están etiquetadas y al final lo que realmente ves es un gran parque con un lago en el centro. Pero lo que sí fue interesante y divertido fue el encuentro con tres monjes que estaban muy animados intentándose columpiar, cosa que no sabían.

Y por fin llegó ese día tan especial para mí…el ascenso al Nido del Tigre, es el monasterio más famoso del país. Uno de los motivos de elegir Bután era poder fotografiar ese monasterio, que impresiona enormemente, no tanto por su tipo de construcción, que ya había visto varios así, si no por su localización, ubicado en una cornisa natural a 3.120 metros de altura.
Se situa a unos 10 km de Paro, sobre unas pendientes rocosas muy empinadas y el monasterio se encuentra sobre ellas, se suele decir que como el monasterio está tan precariamente ubicado en el acantilado se aferra a la ladera de la montaña como una lagartija. Al monasterio se tiene que subir andando, hay un tramo donde se puede subir en mulos, pero lo cierto es que esta opción no es muy elegida por los turistas.
Los monasterios se construyen en lugares lejanos con el objetivo de que te esfuerces para llegar”, me dijo una monja tibetana en una de esas veces que me quejé por el duro ascenso “Si te esfuerzas, te purificas”, así que desde luego con la paliza que llevaba de las caminatas de Sri Lanka y esta, está claro que estoy purificada para un largo tiempo.

Más o menos a mitad del camino hay una cafetería donde puedes tomar un té para recuperar fuerzas, pero la verdad, es un té negro fortísimo con mucha azúcar que no me gustó nada de nada; ahora eso sí, las vistas impresionantes, se podría decir que es el primer gran mirador del monasterio y que es realmente bonito, aunque no se respira mucha paz, ya que no paras de oír las quejas de las personas que ya están hartas de andar y eso que quedaba más de la mitad del camino. Intenté esperar a que se fuera la gente para encontrar esa paz y respirar un aire que olía a frescura, pero fue todo lo contrario, en un momento dado  oí  «hoy me toca a mi» y al darme la vuelta vi al indio del día anterior, pero esta vez con cámara en mano; no paraba de hacerme de fotos ufff!! pensé «esta vez si que vas a pagar con creces los robados que le hiciste el día anterior«, así que ni descanso, ni paz,  ni nada.
Continué mi ascenso, hasta llegar al  segundo mirador, donde se observaba el monasterio envuelto en miles de banderas de oración; como leí en algún sitio, desde luego es una imagen que parece surgida de un sueño, es increíble; pero  igual de increíble es cuando le ves tan cerca y te crees que está ahí ya, pues no, cuando llegas a ese magnífico sitio empieza una sucesión de escaleras que dices ¡bien.. son de bajada! Pero claro, luego hay que subirlas,  sin duda merece tanto la pena que aunque hubiera habido el triple de ellas, las hubiera subido también.

El monasterio está compuesto por nueve cuevas que recuerdan al Gurú Padmasambhava, el cual, meditó aquí en el siglo VIII, antes de la construcción del monasterio, durante exactamente tres años, tres meses, tres semanas, tres días y tres horas, este fue el inicio de la sacralización de un lugar que atrae a peregrinos de todo el mundo, se dice que tienes que peregrinar tres veces al Nido del Tigre si quieres tener una larga vida, así que nada, habrá que volver. Los butaneses rinden culto al gurú tántrico Padsambhava  el fundador de la escuela de budismo Nyingma y los tantras internos en el siglo VIII. Los tibetanos le conocen como Guru Rimpoche “el guru enormemente apreciado” y es muy reverenciado, se le considera como un segundo Buda.

En la ciudad también se puede visitar el monasterio más antiguo de Bután, Kyichu Lhakhang, que refleja la introducción del Budismo en el país, uno de los templos más bellos y antiguos de Bután. Se cree popularmente que el templo fue construido en el 659 por el rey Songtsen Gampo, del Tíbet, ya que quería inmovilizar el pie izquierdo de un ogro gigante que estaba frustrando el establecimiento del budismo en el Tíbet. En el siglo VIII el templo fue visitado por Pdsambhava y se cree que ocultó muchos tesoros espirituales aquí. 
El Rinpung Dzong, conocido como «La fortaleza de las joyas amontonadas”, es un gran monasterio budista y fortaleza – del linaje Drukpa del Kagyu escuela en Paro– que alberga el distrito monástico del cuerpo y las oficinas administrativas del gobierno de Paro Dzongkhag. Está catalogado como un sitio provisional en la Lista Indicativa de Bután para la inclusión de la UNESCO. Lo que más me gustó además de la fortaleza en sí,  fue su torre central ya que la calidad en sus trabajos de la madera y  sus mandalas cósmicos son espectaculares. Para quien no lo sepa un mandala  es un diagrama o representación esquemática y simbólica del marco y microcosmos. Normalmente se representan de una forma circular y en diferentes colores.  Actualmente son muy utilizados en diferentes ámbitos e incluso se están llegando a usar en las escuelas ya que se reconoce su beneficio en cuanto a los problemas de conductas de las personas se refiere. Sus virtudes terapéuticas permiten recobrar el equilibrio, el conocimiento de si mismo, el sosiego y la clama interna, es decir todas esas cosas que se necesitan para vivir en armonía y que en este país lo tienen muy interiorizado.  

Paro es una ciudad mediana, a lo largo de la calle principal encontramos un complejo de arquitectura tradicional con edificios decorados que albergan pequeñas tiendas y restaurantes. Después de hacer unas cuantas compras y tomar algo en un bonito bar nos trasladamos al aeropuerto camino a Delhi, para pasar el último día antes de volver a Madrid.

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